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Una fructífera relación

Continuando con los avances producidos durante la última década, la presidencia española de la UE podría ofrecer una excelente oportunidad para impulsar la integración económica entre América Latina y Europa. La evidencia nos muestra que, a pesar de la importancia creciente de Asia en el comercio internacional, particularmente de China, Europa no sólo ha conseguido mantener su participación en los flujos de exportaciones, importaciones e inversión extranjera de América Latina, sino que en algunos ámbitos incluso la han aumentado. El gran perdedor, tanto en las exportaciones como importaciones latinoamericanas, ha sido Estados Unidos, que ha visto disminuir su peso en favor de los países asiáticos y, en menor medida, europeos.

Europa debe estar atenta en la próxima década a la importancia creciente de América Latina

A pesar de estos buenos resultados, los países europeos deben estar especialmente atentos a la evolución económica de la región. Existen buenas razones para pensar que Latinoamérica desempeñará un papel cada vez más importante en el sistema económico internacional durante los próximos años.

En primer lugar, por el buen comportamiento de Latinoamérica durante la crisis económica internacional, en la que la región sufrió importantes perturbaciones negativas. Las bajadas de tipos de interés y el aumento del gasto público observado en 2009, que hubieran sido impensables en las crisis anteriores, han sido el dividendo de unas políticas económicas correctas en la mayoría de los países latinoamericanos.

En segundo lugar, las perspectivas de crecimiento de la población en los países latinoamericanos para la próxima década son mejores que en Europa. Junto al mayor crecimiento de la población activa, las mejores expectativas de crecimiento del capital productivo y de la productividad total de los factores darán lugar a un aumento del crecimiento potencial en Latinoamérica frente a la previsible disminución en Europa, por lo que el diferencial se ampliará a favor de América Latina.

Los acuerdos comerciales y el diálogo político entre Europa y América Latina pueden facilitar la intensificación de sus flujos comerciales y de inversión, pero no son suficientes. En un mundo globalizado, los países europeos deben mejorar su competitividad frente a la mayor competencia de economías emergentes cada vez más desarrolladas; por lo que es necesario plantear cuanto antes unos objetivos que renueven la estrategia de Lisboa que vence en 2010, sin que se hayan alcanzado todas las metas fijadas en el año 2000. Por su parte, el reto para los países latinoamericanos es seguir profundizando en las reformas estructurales y en la mejora del entorno institucional y del capital humano, con la finalidad de hacer frente a otras economías emergentes como destino de la inversión extranjera directa.

La consecución de todos estos objetivos, sin duda, propiciaría un aumento de las relaciones económicas entre Europa y Latinoamérica. Pero, aún más importante, permitiría alcanzar mayores niveles de bienestar para los ciudadanos de ambas regiones económicas, lo que, en el caso de algunos países latinoamericanos, significaría sacar de la pobreza a millones de personas.

Rafael Doménech es economista jefe de España y Europa del Servicio de Estudios BBVA.

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