Pescado a la tabla
Zarautz y Getaria. Surf y buena mesa. Dos enclaves vascos unidos por una escenográfica ruta costera
Zarautz tiene una playa grande y hermosa, y Getaria, un activo puerto pesquero. En Zarautz, lo único que ya se pesca son turistas. Lo que hace salivar a propios y extraños en Zarautz es la alta cocina de Karlos Arguiñano. En Getaria, los pescados salvajes asados al carbón. Los partidos nacionalistas arrasan en Getaria. En Zarautz, no tanto. Zarautz es villa populosa, extensa y llana. Getaria, chica, cuestuda y enrevesada. La imagen más reconocible de esta última es el Ratón de Getaria, como le dicen a la península de silueta ratonil en cuya cola o istmo se apiña la población. La de Zarautz, las casetas de baño de rayas azules y blancas que se alinean junto a la playa desde los tiempos en que vino a veranear Isabel II: en 1865 y 1866, para ser precisos. Zarautz y Getaria tienen poco en común. Distan cuatro kilómetros, aunque parezcan 400.
Hubo una época en que ambos lugares no eran tan distintos, incluso llegaron a estar unidos a finales del siglo XIV. Zarauztarras y getariarras compartían la obsesión por la ballena. Juntos arponearon cientos. La última, el 9 de febrero de 1878. Como no se ponían de acuerdo sobre quién debía quedarse con ella, acabó en San Sebastián, donde aún hoy puede verse su osamenta, expuesta en el Aquarium. En Zarautz, cuando era villa marinera y tenía hasta astilleros, crearon la nao que dio la primera vuelta al mundo, la Victoria. Y en Getaria nació Juan Sebastián Elcano, el hombre que la trajo de vuelta a España.
Aparte de la historia, lo único que une a estas vecinas tan diferentes es una angosta y sinuosa carretera que discurre durante tres kilómetros y medio entre el mar y los acantilados. Una carretera, la N-634, muy atractiva desde el punto de vista turístico, sobre todo cuando hay temporal y el oleaje sorprende a los conductores. El paseo peatonal que discurre a su vera, con balcones asomados al océano y alicatadas rosas de los vientos euskéricos (Ipar-Norte, Hego-Sur, Ekia-Este y Mendebal-Oeste), es el preferido de los vecinos de Zarautz (22.500) y de Getaria (2.500), que los domingos forman en él una masa andante.
El paseo, en Zarautz, arranca en el extremo occidental de la playa, junto al palacio renacentista de Narros, que fue residencia estival de Isabel II y del padre Coloma, el inventor de otro famoso ratón, de apellido Pérez. Y muy cerca también de Santa María la Real, templo alrededor del cual se ha exhumado la necrópolis medieval más importante de Guipúzcoa y un yacimiento que atestigua cinco siglos de presencia romana.
Olas de derecha
Una escultura de acero herrumbroso en forma de timón, obra de Juanjo Gurrea, señala y adorna el primer mirador del paseo. Desde aquí se ve sin estorbo la reina de las playas vascas, estirándose cuan larga es -dos kilómetros- hasta las verdes faldas del monte Talaimendi. Es también un buen lugar para ver en acción a los émulos de Aritz Aranburu y Hodei Collazo, dos de los mejores surferos del mundo, nacidos en Zarautz y acunados por estas olas de campeonato. Olas consistentes, regulares y poderosas, de hasta diez metros, que suelen romper de oeste a este, lo que en la jerga se conoce como olas de derechas.
Al poco de andar, unos 200 metros o así, se bordea un puerto minúsculo y precioso, como de juguete, entre cuyos diques curvilíneos se apretujan cuatro lanchas. A pesar de la respetable altura de los muros y del oleaje, la instalación carece de barandillas. Es más: hay incluso una especie de piscina marina con un trampolín de cinco o seis metros -depende de la marea-. Esto, en cualquier otro lugar, no podría ser, pero aquí, que han perseguido ballenas en chalupas, les parece de lo más normal.
Enseguida, tras rebasar la primera curva, surge en lontananza el Ratón de Getaria. El escultor Oteiza, que le gustaba nadar como los salmones, a contracorriente, decía que no entendía cómo un pueblo que desciende de balleneros confundía un monte de ballena que entra en el puerto con un ratón que está saliendo. Y es que, según se mire, el monte San Antón, que así se llama, puede ser cabeza de cachalote o lomo de roedor.
En tres cuartos de hora, sin matarse a correr, se llega a Getaria por la orilla de la carretera. Lo mejor es continuar por la misma vía hasta la plaza del Ayuntamiento y luego bajar al puerto por las calles adoquinadas que, como relucientes sierpes marinas, abrazan y se cuelan bajo la iglesia gótica de San Salvador. No es una catedral, pero tiene hechuras y vidrieras de tal, y un botafumeiro -las parrillas fragantes a rodaballo y brasa de encina de los restaurantes del puerto- que la de Compostela ya quisiera.
Guía
Dormir
» Olatu (943 00 55 22; www.olatuhotela.com). Zarautz. Hotel de aire juvenil, a un paso de la playa y de la zona de pinchos. La doble, de 65 a 93 euros, según la temporada.
» Saiaz Getaria (943 14 01 43; www.saiazgetaria.com). Getaria. Sobre la playita de Gaztetape, con las olas rompiendo bajo los ventanales. A partir de 88 euros.
» Iturregi (943 89 61 34; www.iturregi.com). Getaria. Sólo ocho habitaciones en un caserío rodeado de viñedos de txakolí, con cuidadísimo interiorismo. Desde 150 euros.
Comer
» Karlos Arguiñano (943 13 00 00; www.hotelka.com). Zarautz. En un palacete en primera línea de playa, donde también se ofrece alojamiento de categoría. Precio medio, entre 35 y 40 euros.
» Elkano (943 14 00 24; www.restauranteelkano.com). Getaria. Lo mejor de la lonja, a la parrilla. Entre 60 y 80 euros.
» Kaia-Kaipe (943 14 05 00; www.kaia-kaipe.com). Getaria. Con vivero propio y vistas al puerto. Entre 50 y 70 euros.
Información
» Turismo de Zarautz (943 83 09 90; www.turismozarautz.com).
» Turismo de Getaria (943 14 09 57; www.getaria.net).
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