El teórico del pluralismo radical
Ensayo. En un año como 2009, que acumuló tantas conmemoraciones, destacó entre todas el centenario del nacimiento del que podría llegar a ser considerado como el mayor filósofo político del siglo pasado. Nacido en Riga (Estonia) en 1909 en una familia judía de comerciantes cultivados, Isaiah Berlin tuvo ocasión de presenciar durante su infancia en Petrogrado el estallido y primeros pasos de la revolución soviética. Pero la incierta deriva de los acontecimientos aconsejó emigrar a su padre, que se instaló con todos los suyos en el Reino Unido cuando el futuro pensador tenía 10 años. A partir de allí se inició su brillante carrera académica de erudito intelectual británico, alcanzando los máximos honores como historiador de las ideas en la Universidad de Oxford, donde se jubiló falleciendo a los 88 años. Y para conocerle mejor, una biografía accesible es la de uno de sus discípulos más famoso: Michael Ignatieff (Isaiah Berlin. Su vida, Taurus, 1999).
Lo más curioso es que, a pesar de que hoy se le reconoce como la máxima autoridad del liberalismo contemporáneo, sin embargo en toda su vida no publicó ningún tratado filosófico que pueda conside-rarse su gran obra maestra. Por el contrario, toda su obra está fragmentada en breves ensayos monográficos publicados en diversos lugares, que tiempo después su editor oficial, Henry Hardy, compilaría en cinco volúmenes canónicos: la célebre tetralogía formada por Pensadores rusos (1978), Conceptos y categorías (1979), Contra la corriente (1980) e Impresiones personales (1981); y algo más tarde, El fuste torcido de la humanidad (1990). Pero este corpus teórico tampoco ofrece carácter sistemático, pues sus múltiples curiosidades intelectuales se dispersaron en un amplio abanico de temas. El más famoso quizá es su distinción entre dos conceptos antitéticos de libertad: la negativa de no estar limitado por restricciones externas y la positiva de elegir con autonomía entre opciones contrapuestas. Junto a ése figuran otros como su filosofía contingente de la historia o la reivindicación del pensamiento occidental alternativo al racionalismo de la Ilustración. Pero entre todos ellos destaca su célebre proposición del plura-lismo radical, que para su discípulo más profundo y original, John Gray (Isaiah Berlin, Alfons el Magnànim, Valencia, 1996), constituye la base de su filosofía política: el "liberalismo agonístico".
Un liberalismo en absoluto conservador (situado en las antípodas del individualismo posesivo neoliberal) que poco tiene que ver con el utilitarismo de John Stuart Mill o con el actual consensualismo de un Habermas o un Rawls. Pues el a priori del que parte Berlin es la imposibilidad práctica de alcanzar consenso universal alguno en torno a los valores (preferencias o finalidades) que guían la acción humana. De ahí su defensa de Maquiavelo, de Vico o de Herder, en tanto que adversarios del racionalismo universalista. Pero la alternativa al monismo racionalista no es el relativismo de historicistas o posmodernos sino el pluralismo radical que propone Berlin como sustrato común de la naturaleza humana. En la misma línea de Weber, los seres humanos estamos individual y colectivamente obligados a decidir entre valores antagonistas contradictorios entre sí (como la igualdad, la libertad o la seguridad), a sabiendas de que cada elección de un valor supone renunciar trágicamente a los demás valores contrapuestos.
Este pensamiento trágico que reivindica el pluralismo valorativo, tan opuesto al relativismo de los fundamentalismos monoteístas como al universalismo de los derechos humanos políticamente correctos, es quizá la mejor guía ética y cognoscitiva para orientarnos en este mundo cada vez más promiscuo, heterogéneo e interconectado. Y si hubiera que encontrarle a Berlin compañeros de viaje en su ejemplar travesía contra la corriente, habría que pensar en otros autores tan heterodoxos como él: como Michael Oakeshott y su estrategia del estibador (trimmer), propuesta para resolver el dilema entre La política de la fe y la política del escepticismo (FCE, México, 1996); o como Albert Hirschman y su estrategia de navegar contra el viento, para avanzar a bordadas y en zigzag mediante el desarrollo desequilibrado o antagónico (Tendencias autosubversivas, FCE, México, 1996).
Para conmemorar su centenario, además de las oportunas reediciones, la industria editorial española ha traducido algunas novedades. De lo aquí reseñado, el volumen más formidable es El estudio adecuado de la humanidad, una selección de sus mejores ensayos compilados tras la muerte del maestro por su editor Hardy, destacando textos ya conocidos pero tan célebres como 'La búsqueda del ideal', 'La contra-Ilustración', 'El erizo y el zorro' y 'La apoteosis de la voluntad romántica'. Es quizá la mejor síntesis de Berlin. La mentalidad soviética es inédito casi por completo, pues continuando su permanente dedicación al pensamiento ruso, con el que se identificaba personalmente, recoge sus más penetrantes observaciones sobre la vida intelectual bajo el estalinismo, mucha de ellas realizadas en directo como agregado cultural en la Embajada británica. Finalmente, Conversaciones con Isaiah Berlin es el resultado de las diversas entrevistas que el célebre filósofo angloiraní, Ramin Jahanbegloo, mantuvo con el maestro oxoniense, componiendo a partir de allí lo que bien pudiera entenderse como su autorretrato intelectual. Apasionante.
Isaiah Berlin. El estudio adecuado de la humanidad. Antología de ensayos. Editada por Henry Hardy y Roger Hausheer. Traducción de Francisco González Aramburo, María Antonia Neira, Hero Rodríguez Toro y Juan José Utrilla. Coedición de FCE, México y Turner. Madrid, 2009. 601 páginas. 42 euros. La mentalidad soviética. La cultura rusa bajo el comunismo. Edición de Henry Hardy. Traducción de Gemma Deza Guil. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Madrid, 2009. 369 páginas. 20,19 euros. Conversaciones con Isaiah Berlin. Ramin Jahanbegloo. Traducción de Marcelo Cohen. Arcadia. Barcelona, 2009. 302 páginas. 22,12 euros.
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