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Columna
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El pacto o el mercado

La mayoría de ciudadanos no necesita el barómetro del CIS para ver la crueldad de esta crisis. La encuesta confirma el malhumor y el temor general, pero apunta algún dato esperanzador; 8 de cada 10 personas están preocupadas por el paro, aunque cuando se les pregunta si les afecta personalmente, el porcentaje no llega a 4 de cada 10. El humor no es bueno, pero las expectativas, un elemento clave para salir de ésta, no son tan pesimistas como en los últimos meses. El índice de confianza económica (entre 0 y 100 y que no acostumbra a pasar de 60) cayó hasta el 29,4% en diciembre de 2008, pero se ha recuperado suavemente hasta el 36,1% este mes de diciembre. Una pequeña corrección que se debe no tanto al optimismo sobre la situación económica actual, sino a la mejora de las expectativas en los últimos meses. De la larga serie del CIS se puede deducir que los españoles han tenido su peor percepción de la situación económica entre septiembre de 2008 y marzo de 2009 y de la percepción política entre abril de 2008 y el pasado noviembre, en que repunta algo por primera vez.

La mayoría de ciudadanos no necesita el barómetro del CIS para ver la crueldad de esta crisis

Los expertos consideran que el paro continúa creciendo hasta un año después de que la recesión toque fondo y sólo tímidamente podemos afirmar que ya hemos pasado lo peor aunque las economías europeas y norteamericana empiezan a recuperarse.

La sociedad española debe reinventarse en esta crisis. Tras la desaparición de la construcción, sector dopante de nuestra economía, no solamente debemos cambiar el sistema productivo, sino otros sectores como la educación que le proporciona el capital humano.

Dos datos son especialmente inquietantes, el paro de los menores de 25 años y los parados sin subsidio. El paro juvenil llegará al 40%, duplicando la media de la Unión Europea y casi multiplicando por cuatro a Alemania (10,8%), Austria (10%) y Países Bajos (6,3%) donde la formación profesional y su adecuación al mercado son sólidas. En España, el crecimiento económico desincentivó a los jóvenes a estudiar, cegados por salarios bajos pero inmediatos y una formación profesional poco estimulante. Otro dato inquietante es el número de los que quedan fuera del sistema. En Cataluña, a pesar del subsidio creado para compensar el final del seguro de desempleo, hay 113.000 personas en paro sin ayuda pública. De los 442.000 trabajadores que reciben ayudas, el 68% tiene la prestación por desempleo; el 30,4% los 420 euros posteriores al paro y el 1% la renta activa de inserción.

Superado el caos financiero, la crisis viene marcada por el endeudamiento masivo y la gran destrucción de empleo, que no parece que vaya a invertirse a corto plazo. El riesgo de un elevado paro estructural es especialmente alto para los trabajadores poco cualificados, los inmigrantes, los parados de larga duración y aquellos que se quieren incorporar al mercado por primera vez como jóvenes y mujeres.

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El Estado del bienestar, una fuerte red familiar y una recuperación de la economía informal han evitado hasta ahora un estallido social, pero no se puede descartar un empeoramiento del clima social. A pesar de ello, se deben asumir riesgos y tomar decisiones. ¿Por qué no escuchar a la consejera de Trabajo, Mar Serna, cuando propone algo tan sensato y que incentiva la responsabilidad individual como cobrar los subsidios en función de la aceptación de reciclarse laboralmente?

Convendría una amplia y valiente reforma del mercado laboral antes de que sea el mercado el que la culmine sin escrúpulos. La Generalitat ha cerrado acuerdos con los agentes sociales, que hacen todavía más evidente la necesidad de un gran pacto en la política española. A pesar de las dificultades económicas, la responsabilidad pesa menos que el estancamiento de la patronal, desacreditada por la gestión empresarial de su presidente, la defensa del statu quo de los sindicatos y una oposición impaciente por llegar al poder, aunque sea de un país con una economía hecha trizas. En definitiva, podemos arriesgar colectivamente o soñar con ser todos funcionarios.

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