_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La tregua de María Antonia

Juan Cruz

"María Antonia ha vuelto a casa por Navidad", anunció Jordi González en La Noria (Telecinco), y ahí estaba María Antonia Iglesias, repuesta de sucesivas dolencias graves cuyas consecuencias no le permiten ejercer aún el periodismo de batalla (y de guerra, y de guerrillas) que se practica en ese programa.

La presencia de María Antonia, guerrera como nadie, supuso una especie de tregua, porque Jordi así lo quiso, y porque lo quieren los médicos. Las secuelas del dolor aconsejan que la periodista no acuda a debates. Jordi la situó en su mesa (de debate), con los contertulios con los que ella se suele pelear, "tan sólo para que sepas lo complicado que es moderaros". Y desde que se fue María Antonia, que en efecto les hizo caso a los médicos, aquello fue el guirigay de siempre. Lo inició Monserrat Nebrera, política y contertulia (profesiones que cada vez son más afines) con una frase que en su voz sonaba como si le pusiera a Cristo dos pistolas: "Estamos en el tiempo de la paciencia. Y, como en Batman, después de la oscuridad vendrá el resplandor".

Allí no hubo más resplandor que el que deja Gloria Serra cuando anuncia los debates. Pero tuvimos a María Antonia. Es curioso, la acuchillan cada vez que sale (y ella también saca sus dagas), pero ahora que ha vuelto convaleciente los mensajes de texto que recibe el programa le dieron el tratamiento de heroína.

Jordi le hizo regalos (joyas; pensé que le regalaría libros, a María Antonia le encantan, y los hace bien, además) e incluso le trajo a Falete para que le cantara, en exclusiva, un villancico.

Me gustó ver en ese agasajo a María Teresa Campos. Contó ésta una anécdota profesionalmente muy valiosa acerca de la solidaridad con la que trató siempre María Antonia a los otros. Cuando ambas estaban en TVE, alguien quiso quitar a María Teresa de su programa de la tarde. María Antonia descolgó el teléfono y zanjó la cuestión, a favor de la Campos. "Y eso no se olvida nunca, compañera".

Ahora pasó algo parecido con María Teresa: tenía su programa (en Telecinco), pero ahí no estaba una María Antonia que descolgara un teléfono. Así es la vida, que va siguiendo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_