El habla de los monos
Los especialistas creen haber encontrado en los primates las raíces del lenguaje humano
El mono de Campbell, o Cercopithecus Campbelli, utiliza el proceso de afijación. Las llamadas de alarma de los machos constan de una "raíz" variable y de un "sufijo" opcional. La adición de esta partícula gramatical transforma una alerta concreta (contra los leopardos, en el caso estudiado) en un aviso genérico de peligro indefinido, basado en que se agitan los árboles.
Una característica que distingue el lenguaje humano de los sistemas de comunicación animales es que tiene una arquitectura morfosintáctica: los elementos morfológicos (las raíces de las palabras) y los sintácticos (prefijos, sufijos) se combinan por un sistema de reglas propias del lenguaje. Estas reglas son responsables de gran parte del poder generativo de nuestro lenguaje.
Los científicos creen que "-oo" es el equivalente de un sufijo humano, y han reunido varias evidencias
En años recientes se ha comprobado que otras especies también utilizan la combinatoria para diversificar su repertorio de llamadas. No sólo en algunas especies de monos, sino también de pájaros y ballenas. El canto de los pájaros tiene incluso una estructura recursiva, o jerárquica.
Pero nunca se había visto algo similar a un sufijo. Los sufijos tienen un papel central en nuestro lenguaje, porque pueden alterar la categoría gramatical de la palabra: transforman cruel en crueldad, canto en cantante, análisis en analizar.
Karim Ouattara, del Centre Suisse de Recherches Scientifiques en Costa de Marfil; Alban Lemasson, de la Universidad de Rennes, y Klaus Zuberbüler, de la Universidad de Saint Andrews en Escocia, llevan años estudiando a los monos de Campbell en el parque nacional Tai en Costa de Marfil, uno de los ocho países africanos por donde se extiende esta especie. Publican sus últimos resultados en PLoS Biology.
Las monas de Campbell que forman el núcleo de un grupo interactúan mucho entre sí, tanto de forma física como vocal. Emiten diversas llamadas de angustia, amenaza, contacto o aviso. Los machos, que se dedican a la territorialidad y a la defensa contra los predadores, habitan en los márgenes del sistema. Son mucho más parcos en llamadas, y sólo las usan en las grandes ocasiones.
Zuberbüler y sus colegas han clasificado las llamadas de los machos en seis tipos: hok, hok-oo, krak, krak-oo, wak-oo y boom. Los científicos creen que "-oo" es el equivalente de un sufijo humano, y han reunido varias evidencias.
Las llamadas "krak" se emiten exclusivamente tras detectar la presencia de un leopardo, así que no es arriesgado asignarles ese significado. Sin embargo, "krak-oo" parece corresponder a cualquier alteración: ataques de águilas (o cualquier otra cosa que vuele), predadores terrestres o ramas que se caen de un árbol.
De modo similar, la llamada "hok" se asocia casi en exclusiva con la llegada de un águila coronada (o con su aviso por otro macho), mientras que "hok-oo" puede corresponder a una variedad de peligros, incluida la presencia de un macho de otra vecindad (esto la diferencia de "wak-oo", que nunca se aplica a los vecinos). Los investigadores han comprobado estas observaciones de campo con experimentos que hacen uso de modelos visuales y auditivos de los distintos predadores.
Para producir sus llamadas, los monos tienen que coordinar los movimientos de la lengua, la mandíbula y los labios, según se ha comprobado en otras especies. "Nuestros resultados, por tanto", dice Zuberbüler, "se suman a la creciente evidencia de que los primates no humanos utilizan procesos similares a los que producen el habla humana, para comunicar cambios en el entorno de una manera que tenga sentido".
La investigación no parece haber agotado el tema. "Los monos de Campbell", dicen los científicos, "no suelen producir llamadas aisladas, sino secuencias de llamadas de distintos tipos". Zuberbüler ha examinado en otro trabajo (publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, edición electrónica) si hay alguna relación entre los "sufijos" y la pauta de esas secuencias, que agrupan entre 10 y 20 llamadas.
Según sus resultados, una secuencia compuesta sólo de "booms" es la que se usa para azuzar al grupo a que levante el campamento y emigre hacia algún otro lugar del bosque. "Vámonos, vámonos, vámonos", podría servir como traducción española (el más habitual "vamos que nos vamos" tiene, pese a las apariencias, una notable complejidad sintáctica).
Pero una serie de "booms" seguida de unos pocos "krak-oos" ya no significa levantar el campamento, sino "¡árbol va!". Los investigadores han comprobado que esta frase aparece casi exclusivamente asociada a la caída de un árbol, o de la rama de uno.
Si lo que se quiere significar, por el contrario, es la presencia en las cercanías de otro grupo de monos de Campbell (o al menos de uno de sus machos, lo que puede ser igual de preocupante para el macho local que da el aviso), la frase de elección parece ser dos "booms" y unos cuantos "krak-hoos" y "hok-oos" sin un orden preciso.
Los humanos nos separamos de los chimpancés hace seis millones de años. En ese periodo tuvo que evolucionar el lenguaje humano, al que muchos científicos suponen un proceso clave en la evolución de nuestras capacidades cognitivas. Y por tanto la mayor incógnita sobre nuestros orígenes.
Pero de los cercopitacos de Campbell nos separamos hace 30 millones de años. El descubrimiento de una forma primitiva de morfosintaxis en esta especie muestra que nuestra competencia lingüística pudo evolucionar a partir de fundamentos muy antiguos, o lo que Zuberbüler llama "rasgos ancestrales flotando en el linaje de los primates".
Una historia de continuidad en la evolución de esta capacidad humana casa bien con lo que se sabe de FoxP2, "el gen del lenguaje". Las mutaciones de este gen causan que una persona sea incapaz de distinguir los fonemas dentro de una palabra, de generar inflexiones a partir de una raíz, de comprenderlas si no las había aprendido previamente de memoria y de producir con naturalidad estructuras sintácticas. De ahí "el gen del lenguaje".
Pero FoxP2 ha resultado ser uno de los genes más estables a lo largo de la evolución que se conocen. Su producto (la proteína FoxP2) es una cadena de 715 aminoácidos. El gen humano y el del ratón sólo difieren en tres de los 715, y sólo dos de esas diferencias distinguen el gen humano y el del chimpancé. Los neandertales tenían ya la misma versión que nosotros.
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