El temporal golpea a los inmigrantes
La lluvia y el viento destruyen el asentamiento de 200 subsaharianos en Huelva
El temporal de lluvia y viento que ha afectado Andalucía durante los últimos días ha perjudicado de forma especial a los inmigrantes cuyos asentamientos se reparten por campos agrícolas o zonas especialmente desprotegidas. En la provincia onubense, donde los daños causados por los vientos y las tormentas han sido de los más cuantiosos, cientos de personas han visto venirse abajo sus casas y sus posibilidades de trabajo en descampados arrasados por el agua.
Los campamentos fabricados con corchos, sillas de plástico y colchones no han soportado la embestida del clima. Es el caso, entre otros, del asentamiento conocido como Las Madres, en unos pinares de difícil acceso, entre barrizales, situados entre las localidades onubenses de Palos de la Frontera y Mazagón. Allí viven unos 200 subsaharianos, procedentes sobre todo de Guinea, Senegal, Mali o Burkina Faso (antes, Alto Volta), que, cuando comienza la época de recolección de la fresa y la frambuesa, a comienzos de febrero, ascienden a más de 1.000 residentes.
Abdulraman Kak, de 26 años, llegó desde Costa de Marfil hace ocho meses. Con las manos heladas por el frío, se afana en colocar un palo de madera entre otros dos palos y atarlos con una cuerda húmeda y correosa. "Con el viento se volaron nuestras casas", explica encogiéndose de hombros. La especie de cabaña que repara, según su hermano Djola, de 17 años, es una de las cocinas del asentamientos. Si uno se fija mucho, se pueden distinguir restos de fogatas y dos cacerolas minúsculas y oxidadas.
"Para comprar comida, tengo que pasar todo ese agua", comenta a su lado Mamadou Traore, de 37 años, con unas chanclas blancas que se hunden en el barro. Traore viajó desde Valencia hace tres meses. De allí pasó a Barcelona, a "cosas de recolección", y acabó instalándose en el campamento de Las Madres, donde, cuenta, todos son como hermanos. "Tenía miedo de que la lluvia tirase los pinos, que son muy peligrosos. Estoy muy cansado porque no pude dormir. Y, además, el agua entró en plantaciones y nos quedamos sin trabajo".
Efectivamente, Traore menciona una realidad ya denunciada por la patronal fresera de Huelva. Alrededor del pinar devastado por el viento y el agua, se extienden hectáreas de campos plantados de fresa. Algunas de las hileras se quedaron sin plástico protector debido al fuerte viento, el mismo plástico que ahora hace de techo en las chabolas. La poca tierra que se ve entre los charcos, muestra pastas de dientes, zapatos y pantalones semienterrados. A unos 10 metros de altura, entre las ramas, vocea Lasin Yakiti, de 25 años. "Yo cojo piñas para vender", grita con una sonrisa que apenas se puede divisar.
Pero los alrededores de Mazagón no son los únicos con daños materiales costosos de reparar. En la zona de Lepe, Cartaya, Isla Antilla e Isla Cristina, el panorama no es mucho mejor. André Boissy, presidente de la asociación ANUC, que engloba a las decenas de nacionalidades que viven en Lepe, se queja de cómo el temporal ha empeorado "aún más" las circunstancias vitales de los extranjeros. "No se puede aguantar. Necesitamos más ayudas", pide el senegalés sin ápice de enfado. A su lado, Mauricio Rodríguez, de 37 años, representante de los colombianos, suplica ayuda "de todas partes" para los más de 1.000 inmigrantes, repartidos en unos 10 asentamientos, de Lepe.
Desde la Cruz Roja de Huelva, Charo Miranda, la directora, explica que la unidad de emergencia sale tres noches por semana. "Se entregan mantas, leche, café y, sobre todo, compañía a las personas que pueblan la ciudad por la noche. Todos tienen una historia especial, que te sorprende", cuenta Miranda.
La técnica de la Cruz Roja Paula Páez añade que la diferencia con los días de lluvia es que "todos cambian de ubicación". Para entregarles las mantas o la comida, tienen que buscar en los lugares en los que deciden resguardarse, como cajeros o rellanos de comercios.
El comedor social de los jesuitas, cerca del centro de ocio Aqualón, también se llena estos días. Decenas de voluntarios entregan ropa limpia, mantas y "café calentito" para vencer las gélidas temperaturas. Debido a las circunstancias dramáticas que se están viviendo, Cáritas hizo un llamamiento para una mayor colaboración ciudadana.
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