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Columna
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Cuento de Navidad

El espíritu de estas fiestas visita nuestro apacible Fogar de Breogán. Al final del primer año de la restauración Popular y por azares del destino, diversos fantasmas rondan a los protagonistas de la política gallega trayéndoles, como en el arrollador relato de Dickens, avisos desde el pasado, del presente y del futuro, Feijóo no es Mister Scrooge, aunque sí comparte su avaricia sin medida por ganar siempre, empleando cualquier medio necesario. En su apreciado regate corto, el resultado suele ser el éxito fulgurante. Pero incluso en el largo plazo que a Feijóo tan poco le importa, las ánimas derrotadas en el camino vuelven pidiendo la revancha. Para ganar mandó fuego a discreción contra el gallego. Ahora ni en su partido están contentos con la teoría del trilinguismo cordial porque esperaban un modelo con monolingüismo de serie y el bilingüismo opcional. Para ganar convirtió la política en un Sálvame, con escabrosos episodios aconteciendo en audis blindados en oro y yates de ensueño. Ahora tiene que pagar la deuda de la mentira tragándose epopeyas como la sucesión del difamador Baltar y su cuadrilla. Para ganar proclamó que el viento iba a ser colectivizado por los nacionalistas. Ahora afronta más pleitos que Montero Ríos para defender unos marcos.

La buena fama de Feijóo sólo crece donde no gobierna y se resiente allí donde le conocemos

Su triste papelón poniendo voz a la estrategia de lo qué es bueno para el país, es malo para el PP, usando para el envite su posición institucional en la Conferencia de Presidentes como representante de todos los gallegos, le voten o no; o las escandalosas filtraciones al norte del contenido de la auditoría sobre la cajas, amenazando la integridad de un proceso donde nos jugamos mucho todos los gallegos, del norte o del sur, con o sin cartilla de ahorros, visualizan la costosa paradoja que persigue a un gobernante cuya buena fama sólo crece donde no gobierna, mientras se resiente allí donde le conocemos. Demasiado liderazgo para acabar de pasante y meritorio del presidente de la Rioja, al parecer el verdadero portavoz de Génova en la algarada de los presidentes populares en el Senado.

Pachi Vázquez tampoco es Ebenezer Scrooge, aunque sí profesa su misma obsesión por la apariencia. Quiere acreditar su liderazgo, ofrecer la apariencia de dirigir un partido firme y unido, que existe de verdad y funciona como tal. No como aquella acumulación de virreinatos, califatos y prioratos silenciada y unida por el poder de la Xunta y que ahora vuelve a operar como más le gusta: en régimen de franquicia. Por eso le ronda el fantasma de las navidades presentes, mostrándole la inquietante realidad de un mundo, un partido y unos alcaldes para quienes es un incordio, un mal recuerdo o simplemente no cuenta. Como Ebenezer, ha de asistir en calidad de invitado invisible y contemplar hambriento de afecto las jubilosas celebraciones del Norte y del alcalde Losada por la fusión, o las cenas de recaudación de fondos para la resistencia antifusión que organiza el alcalde Caballero desde el Sur.

Guillerme Vázquez tampoco es Scrooge. Ni siquiera Paco Rodriguez lo es, aunque administran su misma fijación por la acumulación en sí misma, sin preocuparse por su finalidad o razón de ser. Scrooge acumulaba riqueza sólo para tenerla. Paco acumula poder sólo para controlarlo. Tampoco sabría qué hacer con él porque su reino ya no es de este mundo. Al nacionalismo le visita el fantasma de las navidades futuras y las amargas y solitarias fiestas que acompañarán al desastre electoral intuible en el futuro. Nunca nadie ha tenido tanto poder en el nacionalismo para ponerlo al servicio de nada. Ni se usa para renovar la organización o el discurso, tampoco para abrir espacios o sumar apoyos.

De nuevo las cajas ejemplifican cómo los demás hacen la política, mientras el nacionalismo hace el discurso. Rodríguez y los suyos creen estar cambiando el mundo y el sistema financiero gallego sin mancharse. Feijóo les usa para legitimar el primer paso hacia el eje Compostela-Madrid-Valencia, la gran caja soñada por la derecha española. Dickens se apiadó al final del viejo Ebenezer permitiéndole aprender de sus miserias. Pero aquello era un cuento. Esto es la vida real. antonlosada.blogspot.com

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