Despedida con sentido
A lo grande, así despidió en Barcelona El Canto del Loco su gira y sus últimos meses de actividades. En una noche mágica en lo futbolístico, el grupo madrileño se perfiló como un aspirante a clásico en un concierto pleno. Le dieron forma buena parte de sus éxitos amén de las versiones de clásicos españoles de los ochenta y noventa con las que El Canto, muy en la línea de las estrategias usadas por Loquillo, gana un lugar en la conciencia de las estrellas del pop español. Si bien es cierto que en lo visual el concierto tuvo nivel poco imaginativo y consabido, en lo musical sirvió para que miles de jóvenes reiteraran su fidelidad a una banda que luce más cerebro, intuición y sentido que buena parte de los ídolos a los que admiran. Cuestión de la mejora de la especie.
El Canto del Loco
Palau Sant Jordi. Barcelona
19 de diciembre
La historia del concierto no es otra que la de una banda que tocando lo mismo que siempre quiere dar algo diferente. En lo musical no hubo grandes cambios, apenas una versión reggae de Eres tonto y la inclusión de versiones de Años 80, No puedo vivir sin ti y Feo, fuerte y formal, estas dos últimas acompañadas, respectivamente, por Coque Malla y Luís Martín (dos de los antiguos Ronaldos) y por Loquillo, propietarios de los originales de ambas composiciones. En suma, la generación que triunfó en los ochenta rindiendo pleitesía a la que triunfa a comienzos del nuevo siglo. Buen plan para todos: unos se descubren públicamente ante sus mayores dándoles opción a que éstos entren en contacto con un público que generacionalmente no les corresponde. Y encima, avalados por sus ídolos, por El Canto del Loco.
Disfraces
En lo estético también hubo si no un resultado espléndido, sí al menos muestras de que el grupo no desea repetirse. La excusa fueron los disfraces, pero el fondo mostró a una banda que huye de la reiteración. Buena parte de la actuación estuvieron los del Canto vestidos de zombies, para ya en la segunda tanda de bises salir disfrazados de Gun'N'Roses y enfocar una apañada versión -especialmente clavada en lo vocal- del Sweet Child O'Mine. Todo esto antes de tomarse unas vacaciones para evitar que una exposición excesiva ante su público los queme. En suma, más que un concierto bueno, que para los estándares del grupo lo fue, una prueba más de que los miembros de esta formación no son simplemente unos chavales afortunados que un día dieron con cuatro estribillos.
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