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OPINIÓN
Columna
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Después de Copenhague

Javier Sampedro

Somos el último mono en la escala de Kardashev. El astrónomo Nikolái Kardashev, actual subdirector del Instituto Ruso de Investigación Espacial, creyó descubrir hace medio siglo una civilización extraterrestre. Y bien avanzada, por cierto, a juzgar por su brillo. Tanto era así, que Kardashev tuvo que clasificar las civilizaciones galácticas en un ranking del uno al tres para, acto seguido, darle un tres a la suya. El objeto resultó ser el núcleo de una galaxia remota -un quasar-, de modo que el tres estuvo más que justificado. Los marcianos siguen sin aparecer, pero pervive la escala de Kardashev. Un escalafón del cosmos.

Las civilizaciones realmente avanzadas, o de tipo 3, utilizan toda la energía de su galaxia. Las de tipo 2 sólo aprovechan la de su estrella. Y las de tipo 1, sólo la de su planeta. ¿Y nosotros de qué tipo somos?

El consumo energético mundial es de unos 15 millones de megavatios (15 teravatios). Un teravatio proviene de fuentes renovables, y otro, de centrales nucleares. Los 13 restantes vienen de combustibles fósiles, pero esto es sólo una anomalía histórica. Todas las reservas de combustibles fósiles y de uranio que quedan en el planeta contienen la misma energía que recibimos del sol en un solo año. A la larga, la energía solar es lo que cuenta. Una civilización de tipo 1 es la que aprovecha los 10.000 teravatios que le llegan del Sol (10 petavatios). Nuestro consumo mundial, con combustibles fósiles y todo, es 700 veces menor que el de una civilización de tipo 1. Ya te digo, el último mono en la escala de Kardashev.

El siguiente paso es no conformarse con los rayos solares que tienen a bien chocar contra la Tierra. Por cada rayo que nos da, otros 40.000 millones de rayos se escapan al espacio profundo de la manera más improductiva. La solución fue propuesta en 1960 por el físico británico Freeman Dyson en la revista Science: "En unos miles de años a partir de su desarrollo industrial, cualquier especie inteligente debería ocupar una esfera artificial que rodee por completo a su Sol".

La idea se conoce ahora como esfera de Dyson: un enjambre de satélites orbitando alrededor del Sol, con los paneles desplegados para interceptar todos sus rayos, espeso hasta el eclipse desde la perspectiva de un astrónomo alienígena. La esfera de Dyson es la marca distintiva de una civilización de tipo 2, que así puede cosechar los 400.000 millones de petavatios (400 yottavatios) que irradia su Sol. Según el físico teórico Michio Kaku, esta cantidad de yottavatios basta para encender una nueva estrella. Eso confiere a las civilizaciones de tipo 2 una especie de autosuficiencia algo singular, si se quiere.

Tanto Kardashev como Dyson empezaron sus carreras como cazadores de marcianos, pero sus reflexiones sobre el futuro tienen la solidez de lo obvio. El destino de una civilización está ligado a su aprovechamiento de la luz del Sol.

Ser una civilización de tipo 1 ya sería un punto: con 10 modestos petavatios se puede atraer una borrasca, alejar un huracán, edificar una Atlántida. Pero para eso hay que aprender a utilizar la energía solar. Lo que nos separa de una civilización de tipo 1 es un montón de inversión en I+D.

Esfera de Dyson.
Esfera de Dyson.

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