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Columna
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Se veía venir

Posiblemente había que convocar una conferencia de presidentes de comunidades autónomas en este momento, tanto porque la situación económica en general y la de las finanzas públicas en particular continúa siendo delicada, como por la proximidad de la presidencia española de la Unión Europea y la puesta en circulación del proyecto de renovación de nuestro modelo productivo a través de la conocida como Ley de la Economía Sostenible. La concertación de las comunidades autónomas y el Estado es necesaria para diseñar y ejecutar una política efectiva de empleo, dado que las comunidades tienen transferidas tanto las competencias en políticas activas de empleo como en el terreno de la enseñanza y sin ellas no es posible pensar siquiera en una mejora de la posición de los desempleados y de los jóvenes para encontrar trabajo. También lo es para la reducción del déficit público, ya que las comunidades autónomas absorben el 40%, aproximadamente, del gasto público y son los principales diseñadores de oferta de empleo público. Sin ellas es difícil transmitir una imagen de país en el momento en el que hay que ocupar la presidencia de la Unión Europea. Y tampoco es posible poner en marcha con garantías un cambio de modelo productivo que, por fuerza, tiene que prolongarse durante varias legislaturas.

Caben pocas dudas, pues, de que la convocatoria de la conferencia de presidentes para este pasado lunes tenía mucho sentido.

Pero una cosa es que tuviera sentido y otro es que las condiciones para su celebración fueran las idóneas. Hemos sabido por informaciones de los medios de comunicación que algunos presidentes de comunidades autónomas tenían decidido no asistir y que ha sido el presidente del PP, Mariano Rajoy, el que los ha obligado a participar, argumentando con buen criterio que, después de las ausencias de los presidentes del PP el 6 de diciembre en el acto de celebración de la Constitución, la opinión pública no hubiera podido entender un nuevo plante.

Con estos antecedentes estaba claro que la suerte de esta convocatoria estaba echada. Pero, o la configuración de las convocatorias de las conferencias de presidentes cambia, o volverá a ocurrir algo parecido en las que se convoquen en el futuro.

Las conferencias de presidentes tienen que ser institucionalizadas y fijadas su convocatoria con una cierta periodicidad, de tal manera que su celebración no puedan ser contempladas como una maniobra del Gobierno de la nación para obtener cualquier tipo de rentabilidad. Las conferencias de presidentes deben de ser neutrales, es decir, nadie debe pensar que con su convocatoria unos ganan y otros pierden. Y eso únicamente puede conseguirse si existe un calendario de convocatorias con el que todas las comunidades autónomas saben que tienen que contar.

Mientras no sea así, no sé si tiene mucho sentido convocar conferencias, ya que lo que se consigue es subrayar todavía más la imagen de enfrentamiento a cara de perro en que se está convirtiendo la relación entre el Gobierno de la nación y las comunidades gobernadas por el PP. La vida política española está sobrada de escenarios de conflicto como para que se añada uno más. Si no había posibilidad alguna de llegar a un acuerdo, y el Gobierno tenía que saber que no la había, no debería haber convocado la conferencia de presidentes. Porque, además, cada fracaso desprestigia el instrumento y hace más difícil que se pueda hacer uso del mismo en el futuro.

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En realidad, resulta admirable que el Estado autonómico esté funcionando a pesar de que tenemos el Senado que tenemos y que nos faltan instituciones de coordinación que resultan casi indispensables en los Estados políticamente descentralizados. Pero así es.

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