Los laboristas frenan el desplome en los sondeos
Los 'tories' se ven perjudicados por su defensa de recortes del gasto público
El primer ministro británico, Gordon Brown, prefirió estar ayer en la cumbre sobre el cambio climático en Copenhague en lugar de afrontar su duelo parlamentario semanal con el líder del Partido Conservador, David Cameron. Sin cuestionar la sinceridad con la que Brown afronta el problema del calentamiento de la tierra, el cambio de agenda -su llegada a Copenhague no estaba prevista hasta hoy, jueves, y él la adelantó al martes- tiene mucho que ver con el frenético periodo pre-electoral que vive la política británica.
Los laboristas se acercan a los tories en los sondeos y el primer ministro quiere aprovechar cualquier oportunidad para proyectar su imagen de estadista. Una táctica que le dio buenos -aunque efímeros- resultados durante la crisis financiera mundial.
Los conservadores siguen manteniendo una ventaja considerable en las encuestas, pero las publicadas en los últimos días reflejan una recuperación del laborismo que hace pensar a algunos que quizás el resultado de las futuras elecciones no esté tan decidido como parecía hace dos meses.
En el sondeo de ICM publicado el lunes por The Guardian, los conservadores han caído del 42% al 40% y los laboristas han subido del 29% al 31%, recortando a nueve puntos una diferencia que hace un mes era de 13 y hace dos meses era de 17 puntos. En dos de los tres sondeos publicados el domingo, los laboristas también recortan entre tres y cuatro puntos. Un tercer sondeo, sin embargo, aumenta de 13 a 17 puntos la ventaja conservadora.
Hay consenso entre los analistas al explicar la recuperación de Gordon Brown en sus recientes ataques directos a la actual dirección conservadora por sus orígenes elitistas. Hay más discrepancias al analizar si ese tipo de ataques de clase, que han puesto muy nervioso al conservador Cameron, pueden tener un efecto duradero.
Cameron ha conseguido unir al Partido Conservador en torno a él y convertirlo en gran favorito. Pero no ha logrado convencer a los británicos de que el partido ha cambiado tanto como su dirección: los votantes siguen desconfiando de los tories y cualquier andanada que debilita a su líder recorta las expectativas del partido. Y Brown ha atacado directamente a Cameron y su equipo al acusarles de ser los mismos elitistas de Eton que tradicionalmente han dominado a los conservadores. Un ataque semejante en unas elecciones parciales, meses atrás, tuvo consecuencias desastrosas para los laboristas. Esta vez parecen haber cuajado porque la retórica ha ido acompañada de políticas fiscales dirigidas a gravar a las clases más pudientes y, muy en particular, a los banqueros. La decisión de gravar al 50% los bonos de más de 27.000 euros que se reparta la banca en este ejercicio tiene el apoyo de más del 70% de los británicos.
En este ambiente, a los tories les han perjudicado dos cosas: su obsesión en defender drásticos recortes del gasto público cuando el público aún no percibe el final de la crisis y la polémica sobre la condición de exiliados fiscales del principal financiador del partido, lord Ashcroft, y de uno de los jóvenes leones conservadores: el muy pijo Zac Goldsmith.
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