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Columna
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Truco o trueque

Son tan lógicas las críticas que están haciendo los grupos de oposición en el Parlamento andaluz sobre el pago en especie de la deuda histórica, que si los diputados del PSOE se olvidaran por un momento de que son diputados del PSOE dirían lo mismo. Si Aznar, en su día, se hubiera comprometido a pagar los 784 millones de la deuda histórica con 18 parcelas de terreno, el PSOE andaluz hubiese lanzado tal campaña contra el Gobierno, que la que lanzó para mantener el Plan de Empleo Rural (PER) parecería hoy una felicitación navideña.

Zapatero ha cumplido de una tacada sus dos compromisos con Andalucía: abonar la deuda histórica y poner en marcha el nuevo modelo productivo. La lástima es que nadie esperaba que la nueva economía sostenible se sostuviera en la vuelta al trueque y al pago en especie. Treinta años después de alcanzar la autonomía, el Estado va a compensar a Andalucía el déficit en la financiación de servicios esenciales con tres millones y medio de metros cuadrados de terrenos que ya están en Andalucía, y con varias parcelas de la Expo de Sevilla de 1992 que ya estaban en Sevilla mucho antes de 1992.

Se podrá reprochar la medida, pero no sus aplicaciones prácticas. La iniciativa, por ejemplo, abre una nueva vía para la financiación de los ayuntamientos. Que un alcalde tiene problemas para abonar las nóminas de sus funcionarios, pues se acabó el problema. El primer edil los cita en la notaria y allí, para hacer frente a la paga extra de diciembre, le entrega las escrituras de una parcela que no ha podido vender o un pedazo de parque que nadie utiliza. No digo nada del pago a proveedores. Entrarían los empresarios al ayuntamiento con una factura y saldrían con el título de propiedad de un kilómetro de acera.

Puestos a imaginar, el sistema acabaría en dos días con los restos del boom inmobiliario. Cuando un ciudadano adquiera un piso y tenga que abonar el IVA, en vez de pagarlo en euros, le endosa a la Junta el cuarto de la plancha o el garaje. El asunto se puede llevar hasta cuestiones mucho más cotidianas, como la de pagar el comedor escolar de los niños con los terrenos de varias jardineras. Y es que, si la falta de liquidez de las administraciones públicas, como defiende la consejera de Economía, Carmen Martínez Aguayo, hace "oportuna" y "perfectamente legal" la opción barajada por el Estado, quién podría reprocharle a un parado que, ante su falta continua de liquidez, ofrezca a la Administración regional dos fanegas y media de almendros y tres chumberas para hacer frente al pago del impuesto de transmisiones.

Este nuevo modelo de abono en especie nos permitiría, en un espacio corto de tiempo, volver al modelo anterior, que tantos años de felicidad le dio a esta comunidad autónoma, el de la especulación inmobiliaria. Si el Estado paga los 784 millones de euros que quedan por satisfacer de la deuda histórica con terrenos, ¿quién obliga a la Junta a vender las parcelas por ese dinero? Lo razonable es ir aguantando para que, una vez pasada la crisis, se puedan vender por el doble. Además, ¿no tiene la Junta las competencias últimas sobre el desarrollo urbanístico? ¿Quién dice que esas parcelas que ahora son no urbanizables, e incluso algunas de ellas protegidas, no puedan ser luego más urbanizables que ayer y menos urbanizables que mañana?

Con este sistema de trueque, piensen lo que podría obtener la Junta con la expropiación del hotel El Algarrobico. Una vez en manos públicas, lo que se podría pagar con un edificio en la playa de 21 plantas a 28 metros de la orilla que, como dice la consejera de Medio Ambiente, no está provocando daño alguno a las especies y a la flora del parque natural Cabo de Gata. No sé qué es más divertido, si la vuelta al pago en especie o el nuevo modelo medioambiental de Cinta Castillo, que nos retrotrae al siglo I antes del ecologismo: la defensa de los pajarillos y las flores.

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