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Rivas: "La cultura gallega no puede ser un parque temático"

Centenares de personas de todas las condiciones, además de una destacada representación de los poderes políticos, económicos y culturales de Galicia, se movilizaron ayer para llenar el paraninfo de la Universidade da Coruña y arropar al escritor Manuel Rivas en su entrada en la Real Academia Galega. Ante una espectacular vista del mar de su ciudad natal y armado con una varilla de toxo en flor, el también ensayista, poeta y periodista nacido hace 52 años se convirtió en el benjamín de la centenaria institución guardiana del idioma de Galicia con un discurso de hora y media en el que trazó un delicado recorrido por "la boca de la literatura", de hoy y de ayer, la de grandes autores o de anónimos personajes de la vida cotidiana. Con una cuidada mezcla de episodios, frases y recuerdos de su memoria personal y de su "memoria colectiva o laboriosa", así como con un serpentino diálogo entre épocas, el nuevo académico reivindicó la lengua y las expresiones culturales de una Galicia que prometió defender como "un adalid en la lucha del re-existir".

"No debemos dejar la tradición en manos del conformismo"
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Ausencias y presencias

En presencia del conselleiro de Cultura, Roberto Varela, sentado en primera fila junto al delegado del Gobierno, Antón Louro, o el director general de Caixa Galicia, José Luis Méndez, Rivas no se resistió a alertar de un nuevo peligro que acecha la cultura gallega, que ya "tanto sufrió largos periodos de asfixia" en otras épocas no tan lejanas: "Una dolencia que puede marchitarla es su conversión en una especie de parque temático, de tienda de souvenirs".

El autor gallego más traducido a otras lenguas, según recordó su padrino en la Academia, Xosé Luís Axeitos, reforzó su advertencia con "una metafóra xacobea: el santo de los croques tiene que seguir dando croques". Y si corre peligro de deterioro la piedra de la Catedral de Santiago habrá que buscar otra, pero nunca "dejar la tradición en manos del conformismo". Las lenguas, que corren peligro de morir como todo ser vivo que son, recordó en otro momento de su larga oratoria, tienen en la literatura su salvación. Y más cuando se expresa "en una lengua que lleva siglos empujada hasta la linea fronteriza entre la vida y la muerte".

Con Manuel Rivas entra en la Real Academia la generación de escritores de los 80. Y en su discurso titulado A boca da literatura. Memoria, ecoloxía, lingua, se valió de citaciones y referencias a los más grandes, fallecidos o contemporáneos, gallegos o extranjeros: Walter Benjamin, Xulio Valcárcel o Roland Barthes. Y realizó de la mano de versos de Rosalía, Lois Pereiro, Avilés de Taramancos o incluso la cantante Patti Smith un sentido homenaje a la poesía, "el gran milagro del mundo".

Especialmente elegante, entrelazando lirismo, escenarios y personajes, fue el recorrido que hizo Rivas por A Coruña, su mar, el faro y su luz, los barrios de su infancia. El libro abierto que tenía antaño el escudo de la ciudad debería recuperarse, rogó el autor, quien no logró su deseo inicial de celebrar en la antigua cárcel frente a la Torre de Hércules su ingreso en la Academia. Y en su periplo por "el paraíso inquieto", parafraseando a Gaston Bachelard, el académico no olvidó los guiños a la retranca popular y arrancó las risas del público al contar como un vecino llamaba al camposanto a pie de mar de San Amaro "el cementerio más sano del mundo", atribuir a los romanos "cuadricular las curvas en Galicia", o explicitar su teoría que los celtas sí existieron pero murieron electrocutados en alguna torreta de alta tensión de las que pueblan muchos montes. "Una tesis ratificada cuando oí la compacta expresión de Fuerzas Eléctricas del Noroeste", aseveró.

Su entrada en la Real Academia fue el último acto de Xosé Ramón Barreiro como presidente. El escritor alabó su labor, "porque supo ser en su puesto, cuando más se necesitaba, sagaz, prudente y valiente en la defensa de nuestra lengua". "Me voy tranquilo con la seguridad del deber cumplido", se despidió Barreiro.

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