_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Capitán Trueno

Hace años, en la dictadura, Pedro Altares, se sentó ante aquel aparato en blanco y negro y tuvo la santa paciencia de verse, uno a uno, todos los programas de un día. Y luego lo contó en la ahora mítica, y entonces perseguida, Cuadernos para el Diálogo. Un país con esa tele, dijo, necesitaba con urgencia un cambio de mirada.

Aquello, casi contemporáneo de lo que escribía Juan Cueto en su Cueva del dinosaurio, era un riesgo, pero Pedro era así, un Capitán Trueno. En aquella casa de Torrecaballeros, donde él, Peli, su mujer, y sus hijos Guillermo y Juan, juntaban a todo dios, Altares organizó, después de Franco, una curiosa peregrinación televisiva: ex ministros de UCD, ministros del PSOE (entre ellos, Joaquín Almunia, recuerdo) e intelectuales y curiosos corrieron por las carreteras del viernes para llegar a tiempo a una emisión singular: la primera vez que la única tele estatal de entonces emitía Con la muerte en los talones, la extraordinaria persecución filmada por Hitchcock.

Así era la tele, así la veíamos, resignados o con urgencia. Albert Solé, el hijo de Solé Tura, dice en su documental Bucarest que "cuando la máquina de los recuerdos se pone en marcha ya no se puede parar". Ese documental, emitido por La 2 al tiempo que en Barcelona despedían al extraordinario hombre que fue este político, es uno de los más emocionantes episodios que puede darse por la tele. Un hijo frente a su padre, viajando por él allí donde aún está la piedra de la realidad, intacta ya para siempre porque él, Jordi, ha perdido la memoria. Ante documentos como ese cobra importancia esta caja que a veces vemos como si fuera la esquina negra de la casa.

Decía Albert que, cuando era niño, su padre se convirtió en su héroe, su otro Capitán Trueno. Después de las imágenes de la nieta de Jordi, Noa, buscando al abuelo en un laberinto borgiano, esas palabras de Albert -"No te vayas, Capitán Trueno"- sonaban como un abrazo a esos hombres que ahora nos dejan y sin los cuales sería imposible contar muchas aventuras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_