A la espera de la reivindicación de Al Qaeda
Dentro de unos días sus fotos aparecerán probablemente colgadas en algunas webs radicales islamistas. La mujer estará cubierta como lo exigen los rigoristas. Quizá las instantáneas habrán sido tomadas en el norte de Malí, país vecino de Mauritania. Llevarán la firma de Al Andalous, el nombre de la productora de los terroristas.
Hay antecedentes que inducen a pensarlo. A principios de 2008 dos turistas austriacos fueron secuestrados en el sur de Túnez y, en octubre, fueron liberados en Malí a cambio del pago de varios millones de euros. A finales de ese mismo año cuatro turistas y dos emisarios canadienses del secretario general de la ONU fueron secuestrados en Níger y puestos en libertad en Malí en primavera.
Hubo, sin embargo, una excepción: el rehén británico Edwin Dyer fue asesinado en junio, probablemente a causa de su nacionalidad, en ese desierto del norte de Malí que se ha convertido en un santuario para los terroristas. Al mes siguiente un estadounidense, Christopher Leggett, fue acribillado a balazos en Nuakchot, la capital mauritana, y en agosto un kamikaze se inmoló ante la Embajada de Francia.
El secuestro de los españoles es el segundo que se produce en una semana. En la madrugada del jueves fue capturado en Menaka, en el noreste de Malí, Pierre Camatte, un sexagenario francés. Francia no se lo pensó ni un minuto. Difundió un comunicado instando a todos los franceses a marcharse de inmediato del norte y del este de Malí. París y Madrid pedirán ahora a sus ciudadanos que ya no circulen por Mauritania.
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