La loca de la casa
Siempre que se producen acontecimientos sociales aparentemente incomprensibles se pone en funcionamiento la fantasía, la loca de la casa según algunos clásicos. Cuando en 1957 los rusos colocaron al Sputnik en el espacio, adelantándose a toda la tecnología occidental, la fantasía se convirtió en creatividad, nos faltaba creatividad y ahí estaba la solución a todos los problemas. Ciudadanos, escolares, universitarios y empresarios recibieron cursos intensivos de creatividad, hasta que esa locura se convirtió en rutina y poco después en vulgaridad. Ahora nos coge por sorpresa una crisis económica y social que nadie acaba de entender ni se sabe cómo terminará y, de nuevo, aparece la loca de la casa para enfrentarse al problema, salvo que en esta ocasión tiene mil nombres: innovación, economía sostenible, transferencia de ideas, sociedad del conocimiento, plataforma de excelencia, creación global y así algunos otros nombres más. A riesgo de parecer ignorante, por otro lado un diagnóstico más que una apariencia, ¿alguien sabe de qué están hablando cuando emplean toda esa terminología o es la típica verborrea del enajenado que se enfrenta a una realidad que no comprende?
Sin embargo, muchos de esos conceptos terminan formando parte de nuevas leyes, asociaciones empresariales o planes de estudio, afectando así de forma real a nuestra vida cotidiana y, en consecuencia, la loca de la casa se pasea a sus anchas por nuestras vidas. Ahora tenemos en marcha una Ley de Economía Sostenible, que será buena o mala, quién sabe, pero de entrada sabemos que está trufada por estos nuevos conceptos, todo un peligro. El Campus de Excelencia es la esencia de la innovación, la transferencia y la sociedad del conocimiento, pero de momento significa la marginación de las universidades valencianas, algo que se arreglará, no lo duden, pero tarde, mal y dejando un rastro de vergüenza. Y es que alguien está confundiendo la integración y colaboración de universidades con la fusión de cajas de ahorro; es lo que pasa cuando la fantasía está en malas manos.
Necesitamos nuevas ideas, sin duda, para enfrentarnos a los tiempos actuales. Pero las fantasías, brillantes, discutibles o erróneas, surgen en la mente individual de los intelectuales. Después aparecen algunos políticos y las utilizan para hacer urbanismo salvaje en la sociedad y, por último, los ciudadanos sufrimos las consecuencias en la vida diaria. Esta es la auténtica transferencia del conocimiento que funcionó hasta los tiempos actuales. La sociedad del conocimiento debe ser otra cosa, es otra cosa, y deberíamos definirla públicamente para poder defenderla entre todos de estos nuevos especuladores de la fantasía. De lo contrario, tendremos que contentarnos con Wikipedia como la mejor expresión de la sociedad global del conocimiento.
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