"No quiero más oportunidades, las he tenido todas"
El actor José Luis Gómez, de 69 años, no pudo terminar su discurso de agradecimiento por el Premio Ciudad de Huelva a su trayectoria teatral y cinematográfica. En el Gran Teatro de la capital, abarrotado el pasado viernes, el público en pie vitoreaba y reconocía la prolífica carrera de este onubense que se define como "cada vez más sencillo" y que atesora en su currículum títulos como Pascual Duarte, de Ricardo Franco; Beltenebros, de Pilar Miró; Teresa, el cuerpo de Cristo, de Ray Loriga, o la más reciente Los abrazos rotos, de Pedro Almodóvar.
Sobre las tablas, fue Manuel Azaña su papel favorito, "sin ninguna duda". En 1995, fundó el Teatro Abadía y comenzó un "arduo trabajo" del que se siente muy orgulloso. Desde entonces ha sido "maestro de actores". Así lo calificó su alumna en La Abadía Lola Dueñas, encargada de presentar el premio junto a directores como Gonzalo Suárez, Antonio Cuadri y Achero Mañas, con el que Gómez grabará en los próximos meses.
Gómez ha recibido el Premio Ciudad de Huelva por su dilatada trayectoria
Por la mañana, en la Casa Colón de la ciudad, sede del festival de cine, el actor se refirió a la función social del arte en la que todavía cree. "Desde su germen, el teatro es un acto político", sentenció. "No la política como se concibe ahora", matizó. Gómez recordó sus interpretaciones en obras emblemáticas de Bertolt Brecht y Federico García Lorca y reconoció la fuerza de los proyectos cinematográficos. "Las películas pueden contarnos algunas historias que no se podrían contar en teatro".
El ejemplo, según este intérprete, es el "valiente" filme Katyn, de Andrzej Wajda, en el que se recuerda la masacre de 22.000 oficiales polacos -uno de ellos el propio padre del director- a manos del Ejército Rojo soviético en 1940. El onubense la recomendó enérgicamente. "La gente no va a verla, no es divertida", ironizó. "Los fueron liquidando, uno a uno, de un tiro en la nuca", contaba muy serio, con la mirada fija. "No es la violencia de Tarantino", volvió a ironizar. En sus orígenes cinematográficos en Alemania, contó el actor, aprendió mucho como mimo. "Para otros papeles, de Schiller, por ejemplo, necesitaba un perfecto alemán".
Fueron principios duros, "llenos de fragilidades y alguna consistencia". Sobre su labor como maestro de actores, por el que recibió el Premio Andalucía de Cultura en octubre, señaló que la tarea es siempre la misma: "Interiorizar y simplificar". Lo único que difiere es "el cristal de engrosamiento". "En el teatro hace falta un cristal de aumento, en el cine se ve todo".
Respecto a las críticas contra la profusión de certámenes de cine, declaró que "el Festival de Huelva debe tener más apoyo del que tiene". Sin embargo, aclaró, "creo que no pueden sustituir una acción cultural pública los 365 días del año".
El actor, que meditaba cada frase, apostó por la esencia y valoró su carrera con satisfacción: "No he sido tratado injustamente y no quiero más oportunidades. Las he tenido todas".
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