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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cálido frío de otoño

Depeche Mode lleva la apoteosis del pop electrónico al Palacio de los Deportes

Media vida pensando que las máquinas eran el paradigma de la frialdad y la deshumanización, un invento perverso para transformar la materia orgánica en una monótona letanía inabarcable de ceros y unos, y en ésas llegan tres señores británicos con el entrecejo fruncido y nos mandan a la porra la teoría, los prejuicios y hasta los principios fundamentales del movimiento.

No es que la travesía hacia el invierno esté resultando muy rigurosa en este Madrid del cambio climático, pero quien estuviese aquejado del abotargamiento otoñal encontró anoche en el Palacio de los Deportes un magnífico revulsivo en forma de calorcito tecnificado. Calorcito, sí, tan abrumador como una manta eléctrica, por mucho que fueran los sintetizadores industriales de Andrew Fletcher los que marcaran el paso con sus agónicos estertores de silicio.

El gruñido de la guitarra en 'I feel you' retumbó en el barrio de Salamanca
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Los tres de Essex son ahora mismo casi unos cincuentones, pero el cantante, Dave Gahan, aún se atreve con las camisetas sin mangas mientras que el rubiales Martin L. Gore hizo furor con una chaqueta que recordaba extraordinariamente a las bolas gigantes de discoteca. Hace mucho que perdieron aquellas caritas angelicales de los inicios, pero su reciente Sounds of the universe es bastante más que un disco decente para, ya se sabe, unos tipos con tres décadas de correrías a sus espaldas. Si un repertorio así lo hubiesen rubricado cuatro mozalbetes imberbes hoy estarían encabezando las clasificaciones anuales. O casi.

Sabedor de la solidez del nuevo material, el trío no tiene reparos en enlazar tres de esos temas, In chains, Wrong y Hole to feed, a modo de salutación inicial. Pero no es hasta la cuarta entrega, el clásico Walking in my shoes, cuando el gallinero se transforma ya para siempre en una marea de brazos al cielo.

Entonces queda claro por qué estos tipos curtidos, lacónicos, y megasintetizados son capaces de reventar dos noches seguidas el recinto (en total, 30.000 almas), con todo el papel agotado desde varias semanas atrás. Aunque hubiera que rascar hasta 79 euros de donde ya no quedan, algunas cosas son innegociables.

Gahan el que mejor encarna el mito del eterno superviviente. Ha merodeado el abismo y jugado hasta la temeridad con el catálogo completo de sustancias peligrosas. Ha ingresado en quirófanos e incluso el pasado verano se nos descalabró en Bilbao de tanto hacer piruetas. Con todo ese bagaje, ayer no dejó transcurrir ni un cuarto de hora antes de ponerse a presumir de pectorales y vientre plano.

Puede que la clave de tanta fascinación radique en cómo esta gente ha sido capaz de conjugar el sustantivo del melodrama con la prédica del gozo desaforado. Porque Gahan canta a menudo como un oficiante dolorido, abrumado por el peso de la solemnidad. Pero tanto la sinuosa expresión de su cuerpo como las inapelables sacudidas de los teclados invitan a mover la osamenta hasta que duela. O hasta que se descoyunte. De acuerdo, la vida es una cuestión de extraordinaria gravedad, parecen decirnos estos apóstoles del código binario, pero mientras dure hemos de apurarla con avidez extraordinaria. Y con un despliegue de decibelios muy superior al que tenga por costumbre el tímpano humano.

Llamémoslo megalomanía, si queremos tocar las narices, pero lo de anoche fue más bien una apoteosis en toda regla. Sonaba I feel you y el gruñido machacón de la guitarra de Gore parecía retumbar en todo el barrio de Salamanca. Con Enjoy the silence, ya Gahan no tenía que molestarse ni en cantar, así que perfeccionaba sus oscilaciones de cadera y poses mesiánicas en la pasarela que se habría paso entre el público.

Ha pasado mucho desde aquel concierto en RockOla de 1982, el primero que el entonces bisoño cuarteto ofrecía fuera del territorio británico. Entonces -costumbres de la época- les arrojaron de todo. Anoche, 27 años más viejos, les habrían canonizado por el procedimiento de urgencia. Cosas del calor otoñal.

David Gahan, vocalista de Depeche Mode, en un momento de la actuación del grupo británico en el Palacio de los Deportes.
David Gahan, vocalista de Depeche Mode, en un momento de la actuación del grupo británico en el Palacio de los Deportes.CLAUDIO ÁLVAREZ

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