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Columna
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El problema catalán del PP no existe

Enric Company

La normativa vigente desde 1977 convierte en mayoritario el sistema de elección de diputados al Congreso en 28 de la 50 circunscripciones españolas y ésta es la causa por la que el PP se ha convertido en un partido tan importante y decisivo en el conjunto de España. A la inversa, ésta es también la causa de que no sea tan importante en Cataluña.

En estas 28 provincias, sólo dos partidos obtienen diputados en las elecciones legislativas. La frontera se sitúa aproximadamente en el 7% de los votos, un porcentaje que, en esas provincias, sólo alcanzan el PSOE y el PP.

Como sea que esa tendencia opera desde las primeras elecciones, los electores de estas provincias ya saben que votar a una tercera o cuarta opción puede ser un loable ejercicio de coherencia política o una sentida señal de protesta, pero no sirve para que la opción escogida obtenga ninguno de los escaños en juego en ellas.

El sistema catalán de partidos representa mejor al país que el bipartidismo imperante en 28 de las 50 provincias

Este dato es todo menos políticamente inocuo. Una de las consecuencias de esta normativa electoral ha sido la unificación del centro derecha bajo el paraguas de un solo partido, el PP, por un lado, y de la izquierda bajo las siglas del PSOE, por el otro.

En el ámbito de la derecha, eso significa que en estas 28 provincias con sistema mayoritario en la práctica han terminado por votar juntos, en aras a la utilidad del sufragio, los electores de centro derecha y los de extrema derecha. Esta simplificación ha borrado los matices o las diferencias que pudiera haber entre los nostálgicos del franquismo y la derecha liberal o democristiana. Y ha facilitado, además, el recurso al discurso nacionalista como cemento con que soldar un espectro ideológico bastante amplio.

El hecho de que en estas 28 circunscripciones sólo dos partidos pueden obtener diputados ha contribuido poderosamente a consolidar una tendencia al bipartidismo impulsada también por otras circunstancias. Entra ellas cabe destacar la evolución del sistema parlamentario hacia una suerte de presidencialismo que tiende a convertir también toda elección en cosa de sólo dos candidatos.

Una de las unificaciones del discurso político de la derecha impulsadas por este sistema electoral es el relativo a la idea de España como nación única de matriz castellana. Las ideas del franquismo y la extrema derecha sobre esta cuestión son las que se han impuesto en el PP, prácticamente sin oposición.

Ni que decir tiene que esta unificación de la derecha en España ha dejado sin espacio público relevante a otras expresiones de la derecha, lo que, a menudo, suele denominarse como centrismo, moderantismo, centro derecha, liberalismo más o menos progresista y, en según qué acepciones, democracia cristiana. Según dónde hablan y según sea el momento político, los dirigentes del PP lanzan guiños hacia lo que se supone que pueda quedar como sectores de opinión sensibles a estos matices ideológicos y políticos. Pero nada más que guiños.

La tensión unificadora forzada por el sistema electoral ha tenido por únicas excepciones la subsistencia en Cataluña, País Vasco y Canarias de tres partidos de derecha nacionalista que han tendido a concentrar el voto moderado y centrista, además del específicamente nacionalista o regionalista. Es una lógica reacción a la hegemonía de las pulsiones de extrema derecha y las inercias del nacionalismo españolista del franquismo, los nacionales, hegemónicas en el PP. A su vez, estos tres partidos han podido consolidarse en sus respectivos espacios geográficos gracias a que en las elecciones autonómicas no opera el efecto bipolarizador que sí juega en las legislativas.

Todo esto permite precisar que el llamado problema catalán del PP no existe. El sistema con cinco o seis partidos existente en Cataluña representa mejor al país que el de las comunidades reducidas al bipartismo PP-PSOE o PSOE-PP. Lo que sí existe es el PP como problema para España. Lo que debiera estar diferenciado como centrismo y derecha se presenta como única opción en casi toda España, pero hegemonizada por concepciones de extrema derecha paradójicamente reforzadas en él por la ausencia del centrismo catalán, vasco y canario. Probablemente, Josep Piqué, el penúltimo líder del PP en Cataluña, pueda dar detalles sobre este particular.

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