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Primer plano

Tenerife, capital de la deflación

Las islas registran la mayor caída de precios de España por una doble crisis: turística y del ladrillo

Claudi Pérez

Tango y lamento, ésa es la cadencia de una crisis oceánica. Santa Cruz de Tenerife recibe a medio noviembre con una temperatura primaveral y, sin embargo, su economía presenta signos de frío siberiano. El 26% de paro. El consumo, hundido. La construcción y el turismo (los dos motores de Canarias), en plena depresión. Los empresarios son animales de costumbres, pero los tinerfeños hace ya meses que hacen cosas nunca vistas en generaciones: bajar los precios. A un mes de Navidad, los escaparates -tiendas de moda y de electrodomésticos, panaderías y supermercados- están empapelados de llamativos descuentos. Máximo Bacallado lleva media vida al frente del Centro Comercial del Mueble, una enorme tienda con más de 10.000 metros cuadrados. Confía en que un tijeretazo del 30% en los precios detenga la debacle. En 2007 daba trabajo a 215 personas; ahora son 95. "Antes de bajar precios no tuvimos más remedio que despedir. Pura cuestión de supervivencia. Aún viene gente: mucho paseo, mucha vuelta, pero a la hora de pasar por la ventanilla, nada. No se vende un piso y, por tanto, no se vende un mueble, así que no queda otra que seguir rebajando".

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El descenso del IPC superó el 2% en octubre en Santa Cruz de Tenerife, la capital española de la deflación. Ninguna otra provincia española registra caídas similares. Incluso sin energía y alimentos -los componentes más inestables de la cesta de la compra-, Tenerife protagoniza una amenaza, la espiral de caídas de precios, convertida en la nueva frontera del pánico económico. Canarias tiene estatus de región ultraperiférica en Europa, pero los economistas y las autoridades económicas no tienen más remedio que seguir de cerca el desarrollo de este nuevo virus en economías como la irlandesa o la española. Y dentro de España, ningún lugar como Canarias escenifica los peligros de esa bestia siniestra llamada deflación, avivada por un aumento brutal del paro.

El desempleo en Canarias camina con paso firme hacia el 30%, una cifra sin parangón en un país desarrollado. La demanda se ha hundido y los precios han iniciado un descenso general que amenaza con prolongarse a lo largo de todo 2010, en una espiral difícil de romper que no hace sino augurar aún más paro. Alimentos y bebidas, vestido y calzado, menaje, medicina, transporte, comunicaciones, ocio y cultura: la lista es extensa y abarca prácticamente todo el índice de las Páginas Amarillas. Más de la mitad de las rúbricas del IPC bajan en Tenerife. Algunas, de forma alarmante.

"Los precios en Canarias se pusieron al nivel de Bruselas en los años del boom. Eso es insostenible. Si bajan al nivel de Eslovenia, quizá la economía canaria logre salir del pozo. Pero eso va a ser duro en una economía tan basada en turismo y construcción", avisa Alfredo Pastor, profesor del IESE y ex secretario de Estado.

El ajuste está ahí. Celia Román, directiva de Mercadona en Tenerife, afirma que la cadena ha bajado los precios un 10% en un año. Tomás Barreto cifra la rebaja en el 4% en sus supermercados, los Spar. En los hoteles, esos números se disparan: el Mencey, el único cinco estrellas de la capital, ha rebajado tarifas en un 20% y está inmerso en un fuerte recorte de empleo temporal aprovechando que va a remozarse; en el Silken, otro hotel urbano, las rebajas son del 9%. Pero la guerra de precios llega al 30% -y más allá- en la costa. "La crisis es muy dura por la fuerte caída en el número de visitantes y en el gasto por turista. Esta semana han cerrado tres hoteles y han echado a 300 personas. La situación es grave, y puede serlo más si los precios siguen cayendo", resume el gerente del Mencey, Daniel Cañibano.

Ese análisis es compartido por sindicatos y patronal, por varios economistas canarios e incluso, con matices, por el Gobierno insular. La crisis parece un juego de muñecas rusas. Hay una crisis global que detonó con la explosión de la burbuja inmobiliaria estadounidense. Y una crisis española, con una enorme burbuja doméstica. Y todavía una crisis canaria, "con una burbuja inmobiliaria relativamente mayor que la española que combinaba los excesos del sector residencial con la construcción de más y más infraestructuras hoteleras. La crisis española es probablemente más dura que la internacional; y la canaria, más intensa que la española", afirma José Miguel González, de CC OO.

En los años del boom, Canarias creció con rapidez gracias a un turismo en auge que pesa más de un 25% en la economía de las islas, y con el ladrillo avanzando a toda velocidad. Cuando la burbuja pinchó, la construcción frenó en seco y llegaron los despidos. Tras esa primera oleada se produjo una fuerte contracción del consumo, que dejó más desempleo en la industria y el comercio. Y para rematar, la crisis internacional provoca un desplome en el turismo, muy dependiente de Alemania, Reino Unido y de la Península. En el horizonte se prevé aún más paro si eso no cambia.

La economía es un estado de ánimo, y aquí el ánimo está por los suelos: "Se cae la demanda porque la crisis turística lleva al paro a miles de personas, y esos parados van a cerrar el grifo del consumo; porque el endeudamiento era muy superior a la media española y ahora pasa factura; porque la gente se siente más pobre a causa del pinchazo inmobiliario, y porque quien ha conservado su empleo, e incluso los funcionarios -¡y hasta los pensionistas!- ahorran por lo que pueda venir", apunta José Luis Rivero, economista de la Universidad de La Laguna. "Todos esos factores son como capas de una cebolla que han deprimido la demanda: de ahí la brusca caída de precios, que algunos llamamos deflación", añade.

El presidente de la patronal tinerfeña, José Fernando Rodríguez de Azero, achaca la depresión del consumo a la desconfianza. "La gente está muy asustada; por eso no hay demanda y se ha disparado el ahorro por el efecto precaución. Los empresarios también se han asustado; por eso bajan precios. No se vislumbra una recuperación hasta que mejore el turismo. Otra cosa es que caigamos en una trampa a la japonesa, con problemas de precios, con la economía congelada durante 10 años. No sería lo deseable, no lo parece, pero el riesgo está ahí".

Las crisis son algo consustancial al capitalismo. Es un error pensar que esta vez es diferente. Pero el hecho es que la rebaja de precios sí es algo relativamente nuevo: no hay deflaciones parecidas a la actual en España desde finales del siglo XIX. Y en Canarias hay más. Se dice que en España los salarios son rígidos a la baja. Pero en la economía isleña ese ajuste también ha empezado, aunque sea de forma puntual. Los trabajadores de Guaguas Municipales, en Las Palmas, han aceptado reducirse el sueldo a cambio de impedir la privatización de la empresa. Los estibadores de algunos puertos canarios han aceptado reducirse la retribución a cambio de evitar despidos.

Domingo Delgado trabaja en Dinosol, una cadena de distribución muy fuerte en las islas. En marzo aceptó una rebaja de sueldo del 5%, dentro de un expediente de regulación de empleo que reduce jornada durante un año. "Desde marzo trabajamos cuatro días, y el quinto lo paga en parte el INEM; perdemos días de paro, pero de esa manera la empresa puede salir adelante", cuenta, en un relato que se adelanta seis meses a la última propuesta de la vicepresidenta Elena Salgado. El nobel Paul Krugman afirma que los salarios están menguando a lo largo y ancho de EE UU, y que ése es un síntoma de una economía enferma. En Canarias, esos casos no son la norma, pero hay más sorpresas: varios ayuntamientos y cabildos (Gáldar, El Hierro, Frontera) han propuesto a los funcionarios recortes de empleo y de sueldo ante la brutal caída de los ingresos públicos. "Es un síntoma más de que algo raro está pasando. Las Administraciones públicas están precarizando el empleo, actuando como un mal empresario", critica Fernando Redondo, presidente del CES canario.

El vicepresidente económico canario, José Manuel Soria, afirma que las Administraciones tienen el mismo problema que las empresas: "Crecieron demasiado en los años buenos y ahora tienen que adelgazar: si bajan sueldos las empresas, no veo por qué no puede hacerlo el sector público". Soria reconoce que el ajuste es y va a ser muy duro. "Los españoles y los canarios hemos vivido como si fuéramos ricos, y no lo éramos. Es hora de volver a la tierra", dice. Asegura que si la banca empieza a descongelar el crédito y se recuperan las grandes economías europeas, Canarias puede salir incluso antes que España de la crisis. "El problema ahora es esencialmente de expectativas. Hasta los funcionarios han dejado de consumir. De ahí viene esta caída temporal de precios, que no se puede llamar deflación".

No todos piensan igual. El economista José Carlos Francisco -ex consejero de Economía- ve al menos media década perdida para Canarias. Y habla abiertamente de deflación. "Hay una serie de palabras malditas, pero hay que tener mucho cuidado con no llamar a las cosas por su nombre: algunos rechazaron que esto fuera una crisis, y eso es parte del problema". Máximo Bacallado, el empresario que ha rebajado el 30% los precios, se confiesa "harto de tangos y lamentos", con ganas de que los agentes sociales y los políticos analicen la situación con realismo y acierten con las salidas. A media tarde del jueves, su establecimiento, a medio camino entre Santa Cruz y el aeropuerto, está desierto. Cerca de su tienda, un enorme cartel publicitario de una empresa de la competencia apunta por dónde van a ir los tiros: "40% de descuento a pagar en 40 meses". En fin, la crisis.

Las rebajas de precios se han convertido ahora en habituales en los comercios de la isla.
Las rebajas de precios se han convertido ahora en habituales en los comercios de la isla.PEDRO PERIS

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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