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Columna
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No es vino, no es leche, son palabras

Generalmente no se tira algo que se tiene para comprárselo luego a otro, lo más común y sensato es poner en valor lo que uno tenga, su patrimonio, eso nos da fuerza y nos hace sentir orgullosos. Es lo más humano, aunque a veces ese resorte nos pueda hacer chovinistas y dar valor a lo que no lo tiene únicamente porque es "lo nuestro" (muchos hemos conocido el ardor de beber un vaso de purrela que un particular nos ofrece orgulloso porque su vino "es de verdad, hecho en casa". Las cortesías de la hospitalidad a veces son refinadamente crueles).

Para dar valor a lo propio alguien inventó las denominaciones de origen. Gracias a eso ha mejorado increíblemente la calidad de nuestros vinos, que hasta hace pocos años estaban arruinados por la desidia y el abandono, eran falsos albariños o ribeiros, matute. Hoy podemos decir con orgullo que no hay como nuestros blancos. Los bodegueros gallegos han seleccionado la uva propia, que les confiere un valor único, y con los conocimientos científicos y las técnicas de nuestro tiempo han rescatado sabores y creado otros nuevos.

Aquí sólo ha habido escritores, editores, libreros y lectores. Ningún gobierno, ningún apoyo detrás

Efectivamente, los países normales protegen lo suyo e incluso lo favorecen, no suelen trabajar para la competencia. No acaba de ser éste el caso de esta Xunta. Ya el conselleiro de Agricultura al tomar posesión advirtió que sobraban ganaderos así que asistiría como espectador al recorte del censo de agricultores, de ello se encargaría el mercado. Con posterioridad matizó sus declaraciones pero su visión de fondo de nuestra agricultura y de nuestro país no es probable que cambie de un día para otro. Quien busque apoyo y protección a la producción gallega de leche no lo va a tener fácil, el beneficio es para los importadores de todo tipo de leches que competirán con ventaja.

Algo semejante ocurre con la política cultural de esta Xunta, y al hablar de "cultura" hablamos de muchísimas cosas, todas ellas fundamentales. Pero no hablemos de la dignidad personal o colectiva, seamos un poco más humildes, incluso miserables, hablemos en términos económicos, que así nos entenderemos más claramente que con argumentos ideológicos. En las librerías de aquí compiten libros creados por los trabajadores y empresas de aquí, con denominación de origen, con toda la edición en castellano, que avanza con las apisonadoras que son los best sellers con una promoción que es inimaginable para las editoriales gallegas. ¿A quién defiende la administración gallega? ¿A los de aquí? No.

Hace más de veinte años -cómo pasan los condenados- publiqué un artículo, O Instituto Rosalía. Todavía se estaba asentando la autonomía y al hilo del debate en las Cortes sobre la creación del Instituto Cervantes proponía la creación de un Instituto Rosalía de Castro para difundir la cultura en lengua gallega y por extensión la existencia de este país. Llovió tanto. Nunca hubo promoción de la literatura gallega, en estos años apenas unos pocos libros han conseguido atravesar la dura aduana que funciona en España para nuestra literatura y si lo han conseguido ha sido a pesar del desinterés de la Administración gallega y de la verdadera hostilidad de algunos medios de comunicación gallegos. Aquí sólo ha habido escritores, editores, libreros y lectores. Ningún gobierno, ningún apoyo detrás. La literatura en lengua gallega ha sobrevivido estos años a pelo como ha podido y ahora esta Xunta dice explícitamente que no tiene que apoyar la cultura gallega sino "la cultura". Son los profetas de Dan Brown; la libertad de mercado, o sea, trabajan para la competencia.

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No necesitaremos un Instituto Rosalía de Castro, conseguirán que Galicia no tenga literatura propia que exportar. Que no tengamos nada propio, que se lo compremos todo a los demás. Lo que se nos dice a los escritores es que desistamos, que mejor emigremos al castellano, su consigna, "No future!". No es vino, no es leche, son palabras. La literatura no es un oficio muy numeroso, no es una industria enorme, pero a pesar de todo y de tantos, existe. En los países con sentido de la dignidad le dan importancia. Núñez Feijóo debiera reconocer el papel fundamental y fundacional de la lengua y de la literatura gallegas, y por tanto, cambiar de política cultural. Empezando por cambiar de conselleiro. http://susodetoro.blogaliza.org/

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