Dimitri de Fauw, ciclista
"Sabíamos que no había día en que no pensara en el accidente mortal de Gálvez", comentan sus compañeros
El día siguiente de la muerte de Isaac Gálvez en el velódromo de Gante, durante la disputa de los Seis Días de la ciudad flamenca, Dimitri de Fauw, el ciclista belga cuyo descuido inició la caída mortal del corredor mallorquín, declaró a un periódico local: "Todo el mundo me dice que ha sido un accidente, que yo no tengo la culpa de la muerte de Isaac, pero empiezas a imaginar cosas que no son verdad y te preguntas: '¿Cómo voy a superarlo?".
Ayer, prácticamente tres años después de aquella fatídica noche de noviembre, todos los compañeros que lloraban la inesperada muerte de De Fauw repetían sin cesar: "Sabíamos que no había día en que no pensara en el accidente de Gálvez, pero nunca hablaba de ello. Sabíamos que había pasado por periodos de depresión, pero nunca pensábamos que podría acabar así, tan pronto". De Fauw, de cuya muerte -fue hallado colgado- informó ayer la prensa belga, había cumplido 28 años el 13 de julio pasado. Había nacido en Gante, ciudad en la que murió. Iljo Keisse, colega belga de De Fauw, viajó con él en coche toda la noche del miércoles pasado desde Grenoble, donde habían disputado los Seis Días -en su última carrera, haciendo pareja con el danés Hester, De Fauw terminó séptimo-, hasta Bélgica. "Estuvimos bromeando todo el viaje", comentó Keisse. "Cuando le dejé en el McDonald's de Evergem, donde le esperaba su chica, me hizo un gesto con la mano de que me telefonearía para quedar para entrenarnos juntos con vistas a los Seis Días de Gante... Nunca me volvió a llamar. He perdido a un amigo".
Hay un óleo de Edward Hopper: años veinte del siglo pasado, Madison Square de Nueva York, un ciclista solitario en su cubículo, su habitación a la vista en la pelousse del velódromo durante la disputa de los Seis Días. Descansa mientras su compañero prosigue dando vueltas. Solo. Desde aquella época, los Seis Días han cambiado. Han perdido su mística. Ya no se trata de estar toda la semana, 24 horas sin parar dando vueltas a la pista. Ahora se desarrollan todas las noches desde las ocho hasta la una o las dos de la mañana, hasta las tres los sábados. Los ciclistas duermen en un hotel cercano y se acercan al velódromo a las cinco o las seis, comida y masaje. Podrían considerarse funcionarios, pero aun entre ellos la relación que se desarrolla es especial, entre la soledad y la devoción. Son un mundo aparte, su propio mundo. Colegas, amigos, casi hermanos. Así era la relación de Joan Llaneras, el pistard español más laureado, ya retirado tras las medallas olímpicas de Pekín, con Isaac Gálvez, su pareja en los velódromos europeos las noches invernales de los Seis Días. También estaba a su lado la noche de su muerte, el 26 de noviembre de 2006. Por eso podía imaginarse mejor que nadie el tormento en que se convertiría la vida de De Fauw. "No hubo ninguna demanda contra él. Nadie le acusó, ni el fiscal, ni la familia de Isaac, ni nadie. Fue una caída más, como tantos cientos que se producen a lo largo del año", dice Llaneras. "Todos sabíamos que De Fauw tenía problemas, que no era el mismo después del accidente, por eso todos nos propusimos ayudarlo. La norma era que siempre que estuviéramos con él debíamos animarlo, integrarlo, no dejarle aislarse en su culpa. Yo mismo le dije varias veces que no había tenido ninguna culpa...".
Varias veces campeón de Bélgica en especialidades de pista, puro producto de la escuela del velódromo y el piñón fijo, De Fauw intentó, sin éxito, reconvertirse a la carretera. Corrió entre 2003 y 2005 en el Quick Step y en 2006 y 2007 en el Chocolade Jacques, un equipo belga de kermesses y critérium. Sprinter honrado, nunca ganó una carrera profesional en carretera. "Después del accidente, no volvió a ser el mismo. Ni como persona ni como deportista. No volvió a correr bien", dice Keisse.
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