La Orquesta Sinfónica pasa con éxito la prueba de Wagner
Víctor Pablo Pérez, director de la Orquesta Sinfónica de Galicia, declaraba hace días que El Anillo del Nibelungo supone "un doctorado en música para una orquesta y una ciudad". Pasado el Ecuador de la tetralogía wagneriana, se puede decir que la orquesta coruñesa aspira con razón al cum laude. Sin embargo, el Palacio de la Ópera presentó el pasado sábado, en el estreno de la obra, una entrada de apenas el 80% de su aforo. Y eso pese a que muchos aficionados no lograron asistir, aun cuando se agotaron todas las entradas puestas a la venta tras reservar la organización el cupo legal de abonos.
Los wagnerianos gallegos están de enhorabuena. El sonido de la Sinfónica dirigida por Víctor Pablo Pérez fue realmente de máxima calidad: basta citar como ejemplo el sutilísimo lirismo del tema del idilio, el esplendor refulgente del despertar de Brünhilde y la calidad de todos los solos, acaso destacando el de trompa de Bushnell en el segundo acto.
Soberbio vocal y actoralmente, John F. West. Su interpretación de Sigfrido es en la actualidad una referencia absoluta. Enorme por carácter, la Brünhilde de la cantante Nadine Secunde, pese a que la falta de frescura de su voz la lleva a situaciones algo apuradas. Espléndidos de voz y gesto, Gerahrd Siegel (Mime) y Oleg Bryjak (Alberich), hicieron de sus roles los personajes odioso y temible diseñados por Wagner.
La voz de María José Moreno, fresca y límpida, dio vida alada a su Waldvogel. El Wotan errante de Alan Titus, lleno de majestad en su hacer aunque algo escaso de cuerpo en el registro bajo. Serena y honda como la sabia Erda, la voz de Jill Grove. Las profundidades de la voz del bajo Atila Jun hicieron parecer que el breve papel de Fafner resonaba desde lo más hondo de la gruta del dragón guardián del anillo.
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