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Reportaje:

A ritmo de sillas voladoras

El UNES Sant Feliu representa el espíritu del baloncesto en silla de ruedas, mezcla de integración y alta competición

"Hay una cosa muy clara: aquí no somos discapacitados que nos lo pasamos bien practicando deporte, aquí somos deportistas". La vida de Ramón Gisbert, en silla de ruedas desde 1969 por culpa de la polio, siempre ha estado ligada al mundo del deporte. Como jugador llegó a ser campeón nacional de tenis de mesa por equipos, y ahora, ya retirado de las canchas, lleva muchos años trabajando en los despachos, desde donde sigue luchando para situar el deporte adaptado donde se merece.

En 1983 impulsó el UNES Sant Feliu, club de baloncesto en silla. En la actualidad, el UNES cuenta con un equipo masculino en la máxima categoría nacional, la División de Honor A. La firma de un acuerdo con el FC Barcelona, que se producirá en breve, ha permitido ya la unificación de los dos equipos -UNES y Barça-, bajo las órdenes de Osvaldo Misol, ex seleccionador argentino del equipo de baloncesto femenino en silla.

Bryce y Tom son dos jugadores norteamericanos que se han incorporado esta temporada al FCB-UNES. Bryce, de 24 años, nació con un cáncer en la columna vertebral y aunque podía caminar, optó por pasarse a la silla de ruedas para poder alcanzar su sueño: convertirse en jugador profesional de baloncesto. "La exigencia era cada vez mayor... y yo ya no podía. Fue entonces cuando empecé con el baloncesto adaptado". Su sueño se cumplió el año pasado, cuando decidió cruzar el charco porque "en Estados Unidos el deporte es más famoso, pero en Europa hay más dinero y los mejores jugadores vienen aquí". En su segundo año como profesional, después de estar una temporada en Francia, Bryce ya se ha puesto otra meta: entrar en la selección norteamericana para los Juegos Olímpicos de Londres. "Soy muy competitivo, por eso estoy aquí", ríe.

Sin embargo, lo tendrá difícil, ya que su puntuación es muy alta. Y es que el baloncesto en silla se rige por la compensación. Cada jugador tiene una puntuación, que oscila entre el 1 y el 4,5, dependiendo de la discapacidad: a más afectación, menos puntuación y, como los cinco jugadores que están en pista no pueden superar los 14,5 puntos, el entrenador no puede alinear a todos los que tienen más movilidad.

El primer equipo de baloncesto en silla de ruedas nació en Estados Unidos en la década de 1940. Las sillas voladoras -así es como se llamaban- estaba formado por personas que habían sufrido lesiones de guerra y querían demostrar que podían ofrecer un juego tan espectacular o más que sus compañeros no discapacitados, los verticales. "No venimos aquí a pasar el rato, esto es un deporte de competición como cualquier otro", dice Ramón. "La gente que iba a ver los partidos de baloncesto en silla (buque insignia del deporte adaptado) en los Paralímpicos de Barcelona 92 se pasaba los primeros minutos diciendo '¡huy, pobrecito que se cae!', pero después se olvidaba de eso y se enganchaba", añade.

Con los años, además, se ha demostrado que la práctica del deporte es clave en los procesos de rehabilitación e integración de las personas con discapacidad. "El ejercicio físico es una actividad que incorporamos dentro del programa rehabilitador por los beneficios terapéuticos que implica, tanto en el aspecto físico como psicológico", corrobora Josep Medina, jefe de rehabilitación funcional del Instituto Guttmann, hospital pionero en la incorporación de la actividad física en los tratamientos.

"Mis hermanos pueden caminar, yo no. Pero ellos aún siguen en Wisconsin y yo estoy aquí. Creo que he tenido muchas más oportunidades", añade Tom, el otro norteamericano que juega esta temporada en Sant Feliu. "La gente no debe tener miedo. Muchos discapacitados creen que nunca podrán jugar como los que están en pista. ¿Por qué no? Si entrenas, pones ganas y asumes tu papel, en algún momento acabarás sustituyendo a otro", dice Ramón, mientras observamos cómo entrena el primer equipo. ¿Por qué no?

Un momento del partido entre el BCN Sant Feliu y el GAMB Badalona.
Un momento del partido entre el BCN Sant Feliu y el GAMB Badalona.VICENS GIMÉNEZ

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