30 años de infravivienda
Junta y Ayuntamiento rehabilitan una barriada de Jerez
"Todo llega". Esta corta frase a modo de susurro la pronunciaba ayer Inmaculada Espinosa, una vecina de la barriada jerezana de La Constancia que lleva años sorteando en el salón de su casa los puntales que aguantan el techo de su humilde piso. Como ella, más de 1.000 personas habitan 36 bloques de infraviviendas, que, tras 30 años de espera y cuatro lustros de trámites administrativos, serán rehabilitadas por la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento sin coste alguno para los inquilinos.
Las administraciones firmaron ayer un convenio de colaboración para la reforma integral del conjunto de la barriada. Las obras empezarán en días, tendrán un plazo de ejecución de unos dos años y requerirán de una inversión de seis millones de euros, que, en un 75%, sufragará la Consejería de Vivienda.
Más de un millar de personas habitan los 36 bloques de La Constancia
Una pareja de vecinos cayó al piso inferior tras un derrumbe
El convenio de reforma de La Constancia rubricado también por los vecinos recoge "una actuación de rehabilitación completa de la totalidad de los edificios de la barriada". Se prevé, entre otras mejoras, la modificación de cubiertas, fachadas y cerramientos de todos los bloques.
El objetivo, en palabras del viceconsejero de Vivienda, Justo Mañas, es que los vecinos "dispongan de unas casas dignas y adecuadas para el siglo XXI". Para aquellos que residen desde hace décadas en infraviviendas, vivir en edificios dignos es, cuando menos, un sueño.
La barriada jerezana de La Constancia tomó su alternativa hace seis décadas, cuando empezaron a construirse los primeros bloques de viviendas en los alrededores de la plaza de toros de Jerez. Los conjuntos de edificios, de tres o cuatro alturas, se agrupan en torno a pequeñas plazas, como si se tratara de modernos patios de vecinos en aquella época.
En el interior de las viviendas, sobre todo las de los pisos superiores, pueden verse a simple vista los defectos estructurales de las cubiertas. Hay vigas de hormigón que rezuman hacia el techo el óxido del enrejado interno que las refuerza. Muchos techos carecen de escayola y dejan ver bovedillas agrietadas que permiten el paso del agua al interior de los inmuebles cada vez que llueve. Algunas paredes presentan también estas grietas. "No es cómodo vivir así, aunque te acostumbras", dice, resignada, Inmaculada. A pesar de habituarse, esta vecina de La Constancia reconoce sentir "miedo, sobre todo cuando empieza a llover".
Para otro de los vecinos del barrio, el derrumbe de su casa es más que un temor. El 24 de octubre de 2008, se desplomó la tercera planta del bloque número 5 de la plaza Pedro Romero. El presidente de la asociación vecinal, Francisco Flores, acabó junto a su esposa, cama, mesita de noche y armario, en el piso inferior tras caer sobre ellos la cubierta del edificio y, por el peso, derrumbarse a su vez el suelo de su dormitorio mientras dormían. Por fortuna, la vivienda de la segunda planta estaba vacía. Su propietaria se había ido sólo dos días antes a casa de su hija por uno de esos temores que sufre Inmaculada.
Las fachadas de los edificios, desgalichadas y enmohecidas, atestiguan que han pasado décadas de abandono. En algunos balcones también los puntales se han convertido en elementos de seguridad indispensables para mantenerlos en pie y, como relata uno de los parroquianos de uno de los bares del barrio, de las fachadas "también de vez en cuando cae algún que otro cascote o trozo de revoque".
Francisco Flores sobrevivió al desplome y ayer, mientras estampaba su firma en el convenio que permitirá acometer la rehabilitación de las casas, hablaba de "hecho histórico".
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