La baja fidelidad vuelve para quedarse
El 'lo-fi' renace para hacer música barata, rápida y 'sincera'
La mayoría de las tendencias en la historia del pop han tenido que ver con la aparición de nuevas tecnologías. Desde la amplificación de una guitarra hasta el Pro Tools. Paralelamente, la pericia de los músicos y el uso casi político de su talento derivó en momentos de esplendor exhibicionista (rock progresivo), seguido de celebraciones casi catárticas de la falta de conocimiento y, por ende, respeto de las normas básicas de armonía, e incluso convivencia (punk).
Este año viene marcado por la recuperación de lo-fi (baja fidelidad), más que un estilo, una forma de hacer música barata, rápida y supuestamente sincera. Biblias del underground, como la web Pitchfork, celebran la recuperación de esta estética de sonido desaliñado como un desafío más al sistema de grandes sellos y grandes presupuestos. Pero hay quienes se preguntan, como el británico The Quietus, "si el que, a partir de ahora, toda la música suene así de mal sea la falta de recursos de la industria, el desarrollo de tecnologías para grabar en casa o la baja calidad de los formatos en los que se escucha música hoy". Kirk Mastin, especialista en nuevas tecnologías y su uso social, alerta sobre "la justificación del feísmo", es decir, "camuflar la falta de talento con la excusa de la sinceridad. No podemos pensar sólo en los medios, debemos recuperar el contenido como sentido último".
A principios de los noventa, surgió la banda Pavement. Unos tipos mezcla de empollones de universidad rural norteamericana, hippies y listillos que revolucionaron la forma de hacer música. Su pop, deliciosamente inocente, mal grabado y peor arreglado, se convirtió en el sonido de referencia, como respuesta a las grandes producciones que serían los últimos años de vacas gordas de la industria musical. "El lo-fi devuelve la canción al centro de la cuestión, hay mayor conexión emotiva y más espontaneidad. Una estética honesta en plena cultura de la avaricia y la superficialidad", escribía en 1999 Jonathan Maier sobre esa forma casera de hacer música.
Después de 10 años, los Pavement anuncian que vuelven. La ocasión no puede ser más propicia. El estilo posee nuevos paladines, (Wavves, No Age, Vivian Girls o Black Lips), bandas que han crecido en la cultura del hazlo tú mismo y que, aunque musicalmente puedan estar en las antípodas, comparten ese espíritu sucio, maleducado y con cero respeto por la sintaxis musical. "Todo está grabado con Garage Band, un mini Korg y un pedal de distorsión sin nombre", declaró Nathan Williams, más conocido como Wavves, sobre su disco de debut. "El problema de todos estos niñatos es que ahora les empiezan a pagar 30.000 dólares (20.000 euros) por salir a tocar su música y pronto se van a olvidar de dónde vienen", dijo a The Washington Post el líder de Psychodelic Horseshit, una de las bandas incluidas en el especial que emitió la MTV en 2008 sobre el resurgimiento de esta música. Explicó esta reaparición como reacción a "cierta música independiente demasiado educada y limpia, destinada a la formación de una nueva tribu: los indie-yuppies".
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