"Los leones están hartos"
Dos estructuras de madera protegen de las obraslas esculturas que decoran la fachada del Congreso - El alcalde visita la Puerta del Sol, cuya obra debió concluir en septiembre
Plaza de las Cortes. Zona 0. Mientras en el Congreso de los Diputados se discutían ayer los Presupuestos Generales de 2010, el exterior del edificio parecía el escenario de una batalla campal. El ensordecedor pitido de la grúa dando marcha atrás rivalizaba en nivel de molestias con el polvo levantado por las tareas de perforación. "¡Hasta los leones están cansados de obras!", ironizaba Carmen Quintanilla, aguerrida diputada del PP que consiguió atravesar el suelo arenoso con sus altísimos tacones y colarse entre las vallas para alcanzar la carrera de San Jerónimo y llegar a tiempo a otra reunión. La calle está cortada desde Cedaceros hasta Marqués de Cubas hasta el 10 de noviembre por la construcción de un aparcamiento. "Las obras son incómodas", admitía. "Tenemos que rodear todo el edificio para entrar y salir. Pero es como cuando haces obras en casa: es para que luego quede mejor". No era la única que lo llevaba con optimismo.
Ahí estaban también Carles Egido y Patricia Maldonado, veinteañeros llegados desde Valencia, haciéndose una foto frente a los andamios. "De lejos pensábamos que eran los leones de verdad", explicaban mirando con lástima las imágenes de los leones. Desde el lunes decoran las cajas de madera que cubren las esculturas "para evitar que les golpee una piedra u otra cosa", explicaba un obrero.Poco antes, a las once de la mañana, el alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, se paseaba por una Puerta del Sol casi libre de vallas, pero cuya reforma debería haber acabado en septiembre. "Al margen de lo que hayan durado las obras, bien está lo que bien acaba", sentenció el regidor. Alegrándose de haber recuperado la ciudad "para los peatones", enumeró la lista de nuevas zonas libres de coches en la capital, frente a un cartel en el que se incluían sendas recreaciones de la plaza de Callao y de Ópera, que todavía siguen levantadas. Poco después del acto municipal, un tramo de acera de la calle de Alcalá por el que había transcurrido la visita del alcalde volvió a levantarse y los obreros encendieron de nuevo sus taladradoras.
En las inmediaciones del Congreso, mientras tanto, los peatones se detenían lo justo y los coches oficiales esperaban pacientes su turno de salida del garaje para esquivar a las excavadoras. Hasta la ministra de Economía, Elena Salgado, por si no hubiera tenido bastante con su hora de intervención en defensa de las cuentas del Estado, se atrevió a poner el tacón en la gravilla del suelo antes de subir a su coche.
"Barcelona está igual", se consolaba la catalana Ángeles Vilanova, mientras posaba junto a su hija con los falsos leones de fondo. Un poco más allá, una turista alemana daba vueltas a un mapa sin lograr situarse. "Está usted aquí". "¡Ahhh!", gesticuló al reconocer el edificio detrás de las máquinas. Hasta los policías que vigilaban la salida de sus señorías acusaron las molestias. "Hemos tenido que dejar las furgonetas allá lejos", relataba un agente, "aquí no hay por dónde pasar". "Es fantástico", terciaba Ingrid Weisehelfelat, una turista danesa que contemplaba embelesada el ir y venir de los obreros. "Cómo saben dónde han de perforar exactamente, ¡se debe mover todo el edificio!", exclamó. "Acabamos de venir del Museo del Prado y a mi hijo esto le parece más emocionante", concluyó la visitante.
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