El Fandi se gusta en banderillas
Había expectación en la última corrida del ciclo taurino de Jaén. La empresa había preparado para el día grande de la feria jiennense el cartel con más tirón popular, con tres diestros muy queridos en la tierra. Sin embargo, la corrida defraudó, y no fue sólo por la mansedumbre de los toros. Tampoco los toreros estuvieron a la altura. Sólo El Fandi salió por la puerta grande, pero sus dos trofeos (uno en cada toro) los cimentó en las banderillas, donde sabe como nadie ganarse al público.
David Fandila, que toreaba en Jaén por séptimo año consecutivo, recibió a su primero, un toro noble de Sorando, con pases a media rodilla y luego fue muy aplaudido con sus quites por chicuelinas desde el centro de la plaza. Puso al público en pie en la suerte en banderillas, dos pares a pitón pasado y el tercero al violín. Aquí se produjo el sobresalto de la tarde con la cornada recibida por el subalterno Carlos Chicote que había caído al suelo tras resbalar haciendo un quite. Afortunadamente, la cornada, en el muslo derecho, fue limpia y no reviste gravedad. Tras el susto, El Fandi realizó una paciente faena a un toro noble, pero sin hilar ninguna serie completa y sin transmitir emoción a los tendidos. Da igual, estuvo certero con la espada y sacó medio billete para la puerta grande. Otra vez estuvo espectacular en las banderillas de su segundo, sobre todo en los dos pares a pitón pasado. Toreó de una manera efectista a un toro manso que se vino arriba. Pocos méritos, pero otra oreja y puerta grande.
Carlos Chicote resulto corneado en el muslo al resbalar tras un quite
A Enrique Ponce, que en Jaén está como en su casa, se le vio más nervioso de lo habitual, sobre todo en su primero. Desde el primer momento buscaba la complicidad del público en los tendidos y hasta se atrevió a reprender a la banda de música por cortar el pasodoble. Aunque empezó animado, con una serie de derechazos y pases de pecho y otra de naturales con la izquierda, se atascó y se desquició con la espada. Hasta seis pinchazos tuvo que dar al toro, al que mató con un bajonazo al estilo de Currro Romero. Como es habitual al cerrar la temporada, Ponce brindó su segundo toro a su cuadrilla, aunque en esta ocasión con dos dedicatorias muy especiales: los subalternos Mariano de la Viña y Antonio Saavedra, que se despedían tras dos décadas en los ruedos. Realizó una faena paciente a un toro inválido, pero abusando del toreo con el pico de la muleta y sin ninguna transmisión. Estuvo más acertado con la espada, pero se despidió con saludos.
El linarense Curro Díaz, que sustituyó al lesionado Sebastián Castella, dejó muestras de su toreo estilista. En su primero estuvo muy dispuesto, destacando una serie de derechazos ceñidos y otro intento bajándole la muleta pero sin encontrar la respuesta del toro. Aunque hubo petición de oreja, se conformó con una ovación. Sí logró el trofeo en su segundo, un toro manso que engañó en el caballo. Su primera serie de derechazos con pase de pecho fue lo mejor de la faena, que fue de más a menos por la mansedumbre del animal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.