"Los filósofos son empresarios de lo inútil"
Si existe el capitalismo con rostro humano, puede que tenga la cara de Santiago Eguidazu. O las dos caras, porque este madrileño de 1956 tiene un pie en las altas finanzas y otro en la filosofía. Presidente del grupo inversor Nmás1, acaba de fundar la editorial Avarigani, un nombre ("qué tal" en suajili) que se trajo de África en 1992, cuando convenció a varias empresas españolas para enviar al Zaire un avión con alimentos. La misma palabra le ha servido para bautizar un premio de investigación filosófica para menores de 40 años de cuyo jurado forma parte, entre otros, el experto en Nietzsche Diego Sánchez Meca.
Dice Eguidazu que lleva 30 años yendo al Marbella de Príncipe de Vergara, desde los tiempos en que trabajaba como técnico comercial del Estado y el restaurante era "un barucho" al que la gente iba después del fútbol. Hoy es un local con una barra tapizada de jamones en el que un limpiabotas alterna con los vendedores de películas piratas bajo la mirada de un cuarteto de camareros que conoce de sobra los gustos de "don Santiago". "Esto está lleno de no maximizadores", dice él. Ante el pasmo de su interlocutor, Eguidazu se explica: "La racionalidad maximizadora, que no da la felicidad pero domina hoy, es la que se pasa el día analizando la relación entre coste y beneficio y pensando en términos de eficiencia". Lo contrario que la parroquia del Marbella. Con la excepción de sí mismo, que una hora antes del almuerzo llama para preguntar si la merluza es una buena opción y si la charla puede terminar a las 15.30: tiene una cita en Londres.
El financiero apuesta por la filosofía: crea un premio y una editorial de ensayo
Eguidazu desarrolla por extenso su teoría de la maximización en el volumen colectivo que ha inaugurado su editorial: Apología de lo inútil, un libro en el que su largo historial a los mandos de una empresa de 130 personas que trajinan a diario con conceptos metafísicos como "activos financieros especializados y de alto valor añadido" ha sido sustituido por una sola línea: "Alumno de la Escuela de Filosofía". Seis horas a la semana, Eguidazu acude a un centro privado que se define como "una empresa de pensar". Este año el tema es la ética. Cuando se le pregunta qué tal se lleva ésta con el mundo del capital traga la merluza y responde: "La ética no es de mundos sino de personas. Hay empresarios éticos y curas amorales".
Para el economista, los filósofos, "que son empresarios de lo inútil", se parecen a sus colegas de lo útil porque "un verdadero empresario nunca agota su proyecto". Lo que te da la filosofía, explica, "es una mirada crítica sobre ti y sobre el mundo". De ahí que eche de menos un análisis filosófico de la crisis: "Hay que cambiar las estructuras de pensamiento. Se habla de banqueros ambiciosos, pero los que aceptaron hipotecas al 130% de su valor, ¿no se pararon a pensar?".
Son las 15.25 y Eguidazu no toma postre: "Bueno, dos trozos de queso". Último trago de cerveza y un apunte: la filosofía no tiene aplicación. A él, eso sí, le ha hecho comprender a su hijo de 21 años, que prefiere "vivir fuera del sistema". ¿Con su dinero o con el de su padre? "Ja, ja. Por ahora con el mío. Pero con poco". Él mismo reconoce que alguna vez ha pensado en colgar la calculadora: "Pero ya estoy echado a perder. Me vale con haberme dado cuenta".
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