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Reportaje:

El arte tímido de Carlos Berlanga

Una exposición reivindica la obra plástica del músico y compositor

A decir de sus conocidos y amigos, Carlos Berlanga, figura imprescindible de la movida madrileña a través de formaciones como Kaka de Luxe o Alaska y los Pegamoides, tenía una facilidad pasmosa para plasmar su arte en cualquier soporte. Pablo Sycet, comisario de la exposición homenaje que ayer se inauguró en la Sala de Exposiciones del Ayuntamiento de Valencia sobre el hijo músico, aunque en este caso reivindicado como artista plástico, del realizador Luis García Berlanga, asegura que nunca conoció a nadie "que tuviera esa facilidad para pintar", esa facilidad "para saltar de una técnica a otra". Y define esa aptitud fuera de lo común con dos simples palabras: "Muñeca prodigiosa".

También se refiere a esa cualidad en el catálogo de la exposición Viaje alrededor de Carlos Berlanga su amigo el director Pedro Almodóvar: "Tengo la sensación de que su obra, pictórica o musical, se le caía de las manos en un parto espontáneo y sin dolor". Y añade el realizador manchego sobre el artista que le confeccionó el cartel de una de sus más míticas películas, Matador: "Estaba dotado, y tal vez esa increíble facilidad impidió que creciera en él la idea de disciplina que todo artista necesita para arañar sus límites".

Quizá por esa falta de consciencia, el recorrido de la obra plástica de Carlos Berlanga (Madrid, 1959-2002), autor de casi dos centenares de canciones para producción propia y para artistas tan dispares como Sara Montiel, Rubi o Raffaella Carrá, fue en comparación y en apariencia muy corto. El circuito de su arte se limitaba casi a saltar de su estudio al domicilio de sus amigos, a cada uno de los cuales, en palabras del comisario, dedicaba un estilo particular, individualizado y reconocible. Y por eso Sycet, que pergeñó el proyecto con Blanca Sánchez Berciano, autora de la exposición La movida, se animó a acabarlo a pesar de la muerte de ésta en 2007 aprovechando el marco de la Mostra de Valencia, dedicada este año al Berlanga realizador. "Ha sido un año muy duro trabajando a matacaballo para conseguir reunir una selección lo más representativa posible de sus obras".

Y la muestra, que el 16 de diciembre recalará en el Complejo El Águila de Madrid para recorrer después otras capitales españolas, resulta a ojos del espectador tan variopinta como camaleónica fue la obra de Carlos Berlanga. Junto a un cuaderno de clase de 1977 en el que ilustra el comunismo soviético con sus dibujos de juventud, se pueden ver decenas de pinturas, bocetos y bosquejos en los que destacan las líneas simples y los colores primarios. En ellos se reconocen a veces, entre perfiles griegos, mujeres de fría elegancia y bodegones esquemáticos, sus referentes reconocidos, como Stuart Davis o Picasso, a pesar de que bromeara con que Las Meninas las pintó Mingote.

La exposición reúne también una colección de fotografías con Carlos Berlanga como objetivo de autores reconocidos, algunos de los cuales se han convertido con el paso del tiempo en cronistas de una de las épocas más creativas de las últimas décadas: Alberto García-Alix, Javier Vallhonrat, Pablo Pérez-Mínguez, Jesús Ugalde... También se exponen bocetos de figurines para la película Laberinto de pasiones. O los cómics que creó con personajes como Olga Zana, Nylon de Koonig o Petri Ficada. O el cartel de la edición de 1992 de la Mostra. O el del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife de 1997. O carátulas de discos. O fanzines.

La exposición es por tanto un recorrido por las facetas menos conocidas de un artista completo, de alma exquisita, aunque sospechoso no confeso de "matar un ruiseñor", según el texto del catálogo firmado por su hermano Jorge, que ayer asistió a la inauguración junto a su madre, María Jesús Manrique. Esta se mostró emocionada porque "hacía falta que se supiera de verdad el genio que era mi hijo", al que definió como "muy pudoroso y muy tímido" con su arte.

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