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Entrevista:EUGENIO IBARZABAL | Consultor

"El buen líder debe conocerse muy bien a sí mismo"

A Eugenio Ibarzabal (San Sebastián, 1951) le trae sin cuidado que su último libro se encuadre en el género de la autoayuda. Vivir. Itinerario de innovación personal sale esta semana a las librerías con una serie de reflexiones y consejos sobre la forma de cambiar para mejorar el rendimiento personal y profesional. La obra cierra una trilogía en la que ha volcado la experiencia acumulada en su vida profesional como periodista, político y consultor en temas de calidad. "Se trata de ayudar a responder bien a lo que nos propone la vida", explica.

A los 58 años, no hay nostalgia en su recuerdo de la época de juventud, cuando fue director de la revista Muga o se incorporó al equipo más cercano a José Antonio Ardanza, primero en la Diputación de Guipúzcoa y luego en el Gobierno vasco, del que fue portavoz y secretario general de la Presidencia a mediados de los ochenta. Del periodismo, dice, aprendió a escuchar; de la política se llevó "un conocimiento sobre la forma de pensar y actuar de las personas, de la naturaleza humana".

"La innovación surge también de la necesidad"

Meses después de dejar el cargo en el Gobierno, entregó el carné del PNV. Y puso punto final a la política. La militancia, aun como afiliado de base, no le parecía compatible con el regreso al periodismo. Primer consejo que se deriva de su experiencia personal: para avanzar y abrir nuevas etapas hay que cerrar la anterior. "Dejar un pie en lo que estabas haciendo no deja saltar hacia lo nuevo", advierte.

Ibarzabal cree que los viajes de ida y vuelta a la política escasean por la dependencia de los partidos. "La gente busca seguridad. Los políticos, o son jóvenes que no han tenido experiencia profesional previa o provienen de la Administración. Tampoco es frecuente que la gente de la empresa pase a la politica en otros países, porque las claves son muy diferentes".

Las dificultades en su regreso al periodismo fueron un acicate en el cambio hacia el mundo de la empresa. Otra lección: "La innovación surge también de la necesidad".

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Las siguientes capas de experiencia llegaron con el descubrimiento, hace ya dos décadas, de la denominada cultura de la calidad, en la que desde entonces ha asesorado a cerca de mil grupos, desde empresas industriales a centros tecnológicos, colegios, juzgados y hasta ONG y parroquias.

¿Qué es la calidad? "Simplemente, hacer las cosas bien, empezando por preguntarse qué es hacer las cosas bien, y después tratar de poner de acuerdo a las personas implicadas sobre la forma de hacerlo". Ibarzabal advierte que hay que huir de las modas y de la caricatura en la que ha caído la vulgarización de los planteamientos de calidad. Primero se denominó calidad, ahora se ha impuesto el término innovación. "Llámenlo como quieran: es la mejora", concluye.

Su primera conclusión es que la innovación requiere de personas capaces de ponerse al frente.

"No hay un tipo de líder. Es, simplemente, alguien que tiene seguidores. No tiene por qué ser un gran intelectual, una persona atractiva, un visionario o alguien que comunica maravillosamente bien", detalla. "Normalmente, lo que hay es un conocimiento de la naturaleza humana aprendido de sí mismo, que es el primer laboratorio. El buen líder consigue sacar lo mejor de cada uno. Es poco visible y debe conocerse muy bien a sí mismo. Hace falta madurez y serenidad para trabajar con personas. La innovación fracasa por el ego".

Innovar es aún es más necesario en época de crisis económica. La cuestión no es dedicar más o menos recursos económicos a revisar sus procesos, asegura, sino parar, pensar, dialogar y ponerse de acuerdo en lo que se debe abandonar y lo que hay que conservar.

Su labor, dice, es ayudar a hacer el cambio, en un proceso que puede ser traumático. Ibarzabal recomienda mirar a largo plazo, y cerrar el balance al final del proceso. Con un juego de palabras resume su filosofía a favor del cambio. "La innovación personal merece la pena, pero hay que recordar que hay pena, que requiere un esfuerzo".

Eugenio Ibarzabal,  en su despacho de Bilbao.
Eugenio Ibarzabal, en su despacho de Bilbao.LUIS ALBERTO GARCÍA

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