Las falsas promesas de Ronaldinho
El brasileño sigue defraudando en el Milan por sus salidas y su poca entrega
Ronaldinho llegó a Milán acogido como un héroe por Silvio Berlusconi. El dueño del club lombardo, y de media Italia, creía que con el fichaje veraniego del brasileño y el navideño de David Beckham (el primero llegó en julio de 2008 y el segundo en enero de este año) podía hacer del equipo una empresa de camisetas. Para ello, no miró ni a la edad del inglés (34) ni a los antecedentes del brasileño. El Barça se deshizo de él nada más fichar a Guardiola. El técnico quería gente comprometida.
Nada más llegar a San Siro, ovacionado por 30.000 aficionados en su presentación, el gaucho prometió divertir a todos con su fútbol alegre. Los seguidores del calcio, muy poco acostumbrados al juego bonito, se lo tomaron al pie de la letra. Pronto descubrieron que ésa fue sólo una de las promesas incumplidas del brasileño. Seducían sus goles de falta pero no su caminar en el campo. Luego vinieron más promesas: la de volver a ser el jugador de antes, la de comportarse como un profesional y de convertirse en un líder. Hasta que volvió a ser visto, hace una semana, en un local de París hasta altas horas de la madrugada bailando y tocando tambores. Eso después de que el equipo, duodécimo en la Liga (ha ganado dos partidos de siete), empatara en el campo del Atalanta con un gol suyo. "Era un desfile organizado por Seedorf", intentó defenderle su hermana Daisy.
El mallorquín sólo ganó el 50% de los puntos con su primer servicio
En el Milan creen que no ha sido capaz de cumplir sus buenos propósitos porque necesita sentir la confianza de todos, porque no se siente querido como lo era cuando era el mejor jugador del mundo. Y, sobre todo, porque se siente traicionado por sus compañeros, quienes, según él, desvelaron a los medios de comunicación, su promesa, el famoso giuramento del tavolino
[la promesa de la mesa]. En julio el equipo recibió en Milanello la visita de Berlusconi y Ronaldinho, sabedor de que siempre había sido su niño mimado, quiso agradecérselo. Subió a una mesa y le prometió que cambiaría de vida y que se convertiría en un líder capaz de llevar el peso del equipo. Otro espejismo. Si con Ancelotti vivía amparado, Leonardo le ha puesto en el once titular en sólo dos partidos. El técnico brasileño vive más tranquilo en ese sentido ya que Il Cavaliere está más preocupado por sus asuntos políticos -se está planteando vender el club para hacer frente al desembolso (750 millones de euros) que tiene que pagar por el caso de corrupción del que ha sido declarado culpable- que en presionar al técnico de turno.
En su primer año de rossonero, Ronaldinho marcó 10 goles, casi todos a balón parado, en 35 partidos. Por mucho que Ancelotti (ahora en el Chelsea) se opusiera a ponerlo como titular por sus desbandadas nocturnas, siempre recibía una llamada de Berlusconi. Ronaldinho tenía que jugar. El técnico italiano tuvo que responder una y otra vez en la sala de prensa a preguntas sobre la vida nocturna del brasileño. Entre otras cosas porque él mismo se había comprometido a recuperar al jugador. "Volverá a ser el Ronaldinho de antes. Me ha dicho que quiere volver a serlo", repetía Ancelotti. Leonardo, en cambio, ha justificado sus ausencias en las convocatorias por "gripe".
El técnico italiano hasta le había diseñado un plan de entrenamiento específico para recuperar el tono muscular y para trabajar más la explosividad y la velocidad que el físico, como hacían el resto de sus compañeros. Duró un par de meses. Luego volvió la fase de estancamiento. Hasta que, en repetidas ocasiones, el jugador fue invitado a volver a su casa porque no estaba en condiciones de entrenarse. Después de que circularan fotos suyas en una macrofiesta en Grecia, Ronaldinho decidió optar por la juerga casera. Algunas noches en su casa -una villa en el Lago di Varese, que mandó a construir el famoso actor Ugo Tognazzi y muy cerca de la ciudad deportiva del Milan- y otras en la casa de Ronaldo -que le dejó las llaves- al lado de San Siro acompañado casi siempre por el interista Maicon. Quizá por eso nadie le había visto amaneciendo en locales nocturnos. Hasta la semana pasada en París. Otra promesa sin cumplir.
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