Mitterrand en la hoguera
El escándalo se ha abatido sobre el ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand, sobrino del antiguo presidente de la República y uno de los principales personajes con los que Sarkozy ha querido subrayar su apertura hacia la izquierda. Las llamas que hoy devoran a Mitterrand fueron encendidas por la vicepresidenta del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, hija del fundador. Citando párrafos de
La mala vida, el libro autobiográfico que Mitterrand publicó en 2005, Le Pen se preguntó si podía ser ministro de Francia -país que trata de combatir la lucha contra el turismo sexual- una persona que reconoce haberlo practicado en Tailandia. Tras unas primeras jornadas de desconcierto, las invectivas contra Mitterrand llegaron tanto de sus nuevos compañeros de la derecha como de sus viejos correligionarios de la izquierda. Para colmo, su decidida defensa
de Roman Polanski, acusado de violar a una menor en EE UU hace tres décadas, terminó por empujarlo ante las cámaras de televisión para declarar que homosexualidad y pederastia no son lo mismo. Eso está claro, y el tema no es ése.
Un escándalo como el que vive Francia puede ser contemplado desde muchas perspectivas, a comenzar por la más inesperada, la teológica. Seguramente sin proponérselo, Frédéric Mitterrand
ha desafiado con sus declaraciones los argumentos de la Santa Sede a favor de los curas pederastas, a los que recientemente ésta ha tratado de disculpar por la vía de declararlos efebófilos. La cuestión fundamental, a efectos de la moral vaticana, es saber si la efebofilia sólo es disculpable en los ministros de Dios o también en los del César.
No es seguro que si Roma aceptase pronunciarse sobre esta trascendental cuestión teológica, Francia recuperase el sosiego. A lo mejor los franceses podrían intentarlo, sobre todo para dejar paso a otras perspectivas no menos importantes. Por ejemplo, por qué
se carga contra un ministro por aquello que se
le consentía cuando era sólo un escritor. Aunque al final es obligado matizar el perspectivismo con la atención
a la regla moral
y a las leyes que prohíben la pederastia a curas, escritores y ministros, sin distinción de credo e ideología.
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