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moda

París rompe (en)aguas

La semana de desfiles cierra con la sensación de que la moda del siglo XXI está a punto de nacer

Eugenia de la Torriente

Con el desfile de la española Estrella Archs terminó ayer en París la semana de la moda y el calendario internacional de presentaciones para la primavera-verano de 2010. Aunque Archs estuvo más sobria y atinada que en su desafortunado debut al frente de Emanuel Ungaro, su caso dice mucho de una temporada que no ha sido particularmente exitosa o fácil. ¿Acaso lo es algo estos días? También aquí ha estallado la burbuja de la inflación (de marcas, de atención mediática, de precios) y la industria se enfrenta a serios y variados dilemas. Debe cuestionarse desde sus formas de producción, hasta cómo aprovechar las armas de comunicación tecnológica de masas sin poner el trabajo de sus autores en bandeja a los imitadores. Está naciendo la moda del siglo XXI y el parto no es sencillo.

Un solo punto de partida puede engendrar criaturas muy diferentes
Hermès exhibió un impecable estudio del vestuario del tenis

Resulta interesante ver el reflejo de este nudo gordiano en el trabajo de los diseñadores. En los últimos días se vieron nuevos candidatos dispuestos a sacar la lencería de la intimidad. Obsesión por lo frágil y lo delicado que habla con voz queda de un mundo que se rompe. A ese carro se sumaron el martes, Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Piccioli, con una colección de prêt-à-porter para Valentino de romántico espíritu, y el miércoles, Miuccia Prada en Miu Miu. Con un punto perverso, la italiana se cuestiona el valor de la inocencia y la juventud en un mundo que la ha perdido. Un vestido de falso desnudo se carga de pedrería (como el de una llamativa corista) para luego rematarse con cuello y mangas de camisa de colegiala. Ayer, fue el británico Giles Deacon el que confió en corsés y tonos maquillaje -combinados con neones y humorísticos guiños a los dinosaurios de juguete- para su debut en París.

Si algo demuestra esta coincidencia generalizada es que un solo punto de partida puede engendrar criaturas muy diferentes. Incluso, en manos del mismo diseñador. Una paradoja que ejemplificó la colección de John Galliano para su propia firma. Aunque la inspiración fueran las divas del cine mudo, el tema era, esencialmente, el mismo que presentó en Dior. Pero todo lo que allí resultó vacuo, se transformó en excitante. Trajes de encaje o chaquetas de chiffon se remataban con detalles estridentes como grandes broches y flores de plástico. Un ejercicio de precioso histrionismo que remitía a El crepúsculo de los dioses sin pagar el tosco peaje de lo literal. Del techo de un hangar, caían globos que se convertían en humo y un rayo láser rojo recorría la pasarela, en una de las puestas en escena más memorables de la semana.

El premio en esa categoría, en todo caso, se lo lleva Alexander McQueen y su superproducción del martes. Titulada La Atlantis de Platón, la colección imaginaba anfibios seres de ciencia-ficción y se exhibía con un vídeo de Nick Knight en el que una modelo se relacionaba torvamente con serpientes. El desfile iba a difundirse en streaming a través de Showstudio, la página de Knight, pero un twitter de Lady Gaga anunciando que su nuevo sencillo se estrenaría allí provocó el colapso en la web. Cosas de los balbuceos tecnológicos.

También el desfile de Marc Jacobs para Louis Vuitton se emitió a través de Internet. Tal vez esa nueva audiencia global -más que probablemente, joven y tecnificada- explique su carácter deportivo. Tras dos temporadas de sofisticadas referencias parisienses, Jacobs viajó a Japón con un trabajo de excentricidad utilitaria que le debía tanto a los diseñadores nipones como las locuras estéticas de los chicos en Tokio. "Nos fijamos en lo que la gente estaba llevando en la calle", confirmaba el estadounidense. "Ropa militar, vaqueros, parkas... Y lo transformamos en algo divertido para todo el mundo. ¡Eso es la moda!". Cargadas con gigantescas pelucas afro y monumentales mochilas, las modelos exhibían un collage acelerado como una bebida energética. En él, se cruzaban referencias militares y las deportivas (vestidos hechos con cuerdas de alpinismo) con corsés brocados y colores fluorescentes. ¿Un lío? Sin duda, de eso se trataba.

Por apasionante que resulte observar cómo la realidad deja su huella en la sensible moda, también hay algo reconfortante en comprobar que aún hay bastiones impermeables a cualquier sufrimiento. Hermès es uno de ellos. Jean-Paul Gaultier exhibió un elegante e impecable estudio del vestuario del tenis para la firma. Piensen más en Federer que en Nadal, por supuesto. Presenciarlo provocaba un placer no exento de dolor, parecido al de El gran Gatsby. El gusto de asomarse a un mundo de idealizada perfección. Que no es el nuestro, pero que a veces es bonito poder contemplar desde la distancia.

Uno de los modelos de John Galliano. A la derecha creación de Marc Jacobs, perteneciente a su colección para Louis Vuitton.
Uno de los modelos de John Galliano. A la derecha creación de Marc Jacobs, perteneciente a su colección para Louis Vuitton.REUTERS
Modelo del desfile de Jean-Paul Gaultier, para la casa Hermès.
Modelo del desfile de Jean-Paul Gaultier, para la casa Hermès.AFP

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