Irving Penn, fotógrafo
Revolucionó la iconografía de la moda de mediados del siglo XX e hizo de la sencillez su marca de estilo
Irving Penn, el fotógrafo que revolucionó la iconografía de la moda a mediados del siglo XX, falleció ayer a los 92 años de edad en su apartamento de Nueva York, según confirmó su hermano, el cineasta Arthur Penn, quien no reveló las causas de la muerte. Penn cambió para siempre el mundo de la moda, al unir arte y publicidad, vanguardia y sentido comercial, abriendo el camino a otros fotógrafos estrella, como Richard Avedon o Mario Testino. Hoy en día sus fotografías se exhiben en los grandes museos del mundo.
Nació en 1917 en Nueva Jersey. A los 17 años comenzó a estudiar diseño en la Escuela Museo de Arte Industrial de Filadelfia, bajo la tutela del fotógrafo ruso Alexey Brodovitch, director artístico de la prestigiosa revista de moda Harper's Bazaar entre 1938 y 1958. En principio, Penn quiso ser diseñador gráfico, y como tal dio sus primeros pasos en Nueva York. Allí fue director artístico en los grandes almacenes Sacks de la Quinta Avenida. Luego se interesó por la pintura. Intentó perfeccionar su técnica con el pincel durante un viaje a México de un año, en 1942.
Sin embargo, el Irving Penn que transformó la fotografía de moda con vanguardistas enfoques, sencillez, el uso agresivo del contraste en el blanco y negro, y el tratamiento de los retratados como objetos, se mostraría al mundo del arte a través de sus colaboraciones con Vogue, mucho antes de que la mencionada cabecera se convirtiera en la referencia indiscutible que es hoy.
En esa época, otro artista ruso, Alexander Liberman, era director de arte de Vogue. Liberman introdujo a Penn al mundo de las vanguardias; al uso meticuloso del color y la forma en las composiciones, y el tratamiento de la imagen artística como un objeto industrial. Gracias a él, Penn tomó su primera imagen en color.
Su primera portada para Vogue fue en octubre de 1943, cuando aquella revista todavía no tenía la costumbre de llevar a famosos a su primera plana. Liberman le pidió que tomara una imagen de moda, y el fotógrafo pidió una cámara prestada y arregló un bodegón con un bolso de piel y tela marrón, un pañuelo gris, una lámina con cítricos y una nota colgada en una pared en que se anunciaban los contenidos del mes: "zapatos y accesorios". Fue el lanzamiento de su carrera. Él mismo resumiría su estilo en una célebre frase, pronunciada en la apertura de su propio estudio en 1953: "Fotografiar un pastel también puede ser arte". Fue aquélla la principal característica de su estilo: la sencillez del "menos es más". Fotografió colillas, botes de cosméticos, botellas. Todo podía ser arte.
En su obra de madurez se alejaría de la influencia del surrealismo y la vanguardia al estilo de Dalí que imperó en la fotografía de moda hasta los años cuarenta para presentar imágenes impactantes en su sencillez, modelos sobre fondos inmaculadamente blancos. Fue un cambio sustancial que luego otros maestros, como Avedon, convertirían en algo habitual.
A Penn se le ha criticado por llevar hasta el límite aquel enfoque tan centrado en mostrar a la persona descontextualizada. Es lo que hizo en su trabajo en Latinoamérica y África. Llevó hasta lugares remotos su estudio portátil, sus focos y sus fondos blancos, para fotografiar nativos. Se consideró que Penn trataba a los aborígenes como si fueran modelos, en imágenes carentes de conciencia social. Hoy, aquellas fotos tomadas a finales de los sesenta en países como Camerún, que muestran a hombres y mujeres de piel azabache cargados de ornamentos blancos, podrían ser parte de cualquier colección de alta pasarela.
Ése era el secreto de Irving Penn: descontextualizar a la persona para que su cuerpo fuera su única expresión. En ese sentido, una modelo de Manhattan y un niño de la calle de Cuzco reciben en su obra el mismo tratamiento. Según dijo en una entrevista al diario The New York Times en 1991: "La gente a la que fotografié no era primitiva. La gente primitiva vive en Nueva York".
Sus obras, hoy en día, se exhiben en los principales museos del mundo, incluidos el MoMA y el Metropolitan de Nueva York, el Moderna Museet de Estocolmo, la National Gallery de Washington y el Art Institute de Chicago. Trabajó para Vogue hasta el final de sus días. En uno de sus últimos trabajos, una foto de un pomposo traje de Christian Lacroix en abril de 2008, volvía a aquel estilo que le hizo famoso: una modelo posando, con los ojos cerrados, sobre un fondo de papel blanco, arte en su sencillez.
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