Sueño de sueños
Ver Nocturn, el último montaje de Pep Tosar en el Círcol Maldà basado en textos de Antonio Tabucchi (1943), es volver al autor italiano y es, a la salida, ganas de volver a leerle. Y releyendo fragmentos de Si sta facendo sempre più tardi, novela epistolar que adereza, junto con otros textos, la trama principal del espectáculo y que no es otra que la de Requiem (1991), me encuentro con frases sueltas y enunciados que tienen que ver con lo visto, con lo leído y con lo soñado. Como esa idea de que el pensamiento es alado como el viento, y tú crees que lo piensas, pero en realidad es él el que te está pensando a ti. Que es como lo del sueño del sueño, aquello tan borgiano de que la literatura no es más que un sueño dirigido. Un poco también como ocurre en Réquiem: el recuerdo y la nostalgia en forma de remordimiento conducen al protagonista (aquí, el propio Pep Tosar) a encontrarse con una serie de personajes -con los que ha convivido y con los que sueña después (ya fallecidos)-, a conversar, a comer y a beber con ellos. Y es que l'anima si cura curando la pancia, es decir, somos lo que comemos y lo que bebemos y, a lo largo de esta narración, los platos, como el sarrabulho à moda do Douro, y las bebidas, como el cóctel Janelas Verdes, reflejan la evolución psicológica de los personajes. Todo relacionado. El cuerpo con el alma; el presente con el pasado, acaso con el futuro; la realidad con la ficción; Tabucchi con Borges y, por supuesto, con Pessoa.
NOCTURN
De Pep Tosar a partir de la obra de Antonio Tabucchi. Dirección: Pep Tosar. Intérpretes: Anna Carné, Cecilia Ligorio, Víctor Pi, Pep Tosar. Espacio escénico: Març Tabal, Pep Tosar. Círcol Maldà. Barcelona, 4 de octubre.
Volver a Tabucchi es volver a todo ese universo lleno de links. Y Nocturn, la puerta escénica a ese universo, aunque la vida sea, como afirma, prisionera de su representación. La que nos ocupa es sencilla, sobria, da tiempo al tiempo e importancia a lo esencial. Apenas un par de mesas y unas sillas, un proyector Nic de los de antes, una cortina de tul que divide a lo ancho el pequeño espacio escénico y, de fondo, los acordes de Chopin que dan título al montaje. Junto a Tosar, tres intérpretes más: Cecilia Liborio, como narradora-lectora de fragmentos que acompañan a Réquiem; Anna Carné, como la Casimira del restaurante de Lisboa, o la mujer del farero, una actriz discretamente versátil; Víctor Pi, sólido y eficaz, como el barman del Museu de Arte Antiga o el pintor que copia detalles del tríptico Las tentaciones de San Antonio, de El Bosco. Un montaje pequeño, íntimo, sin pretensiones, pero lleno de reminiscencias.