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Columna
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Hoja de ruta

En la encuesta realizada por Metroscopia para EL PAÍS que se publicó en la edición del pasado domingo, se destaca que más del 60% de los españoles desaprueba la gestión de Zapatero ante la crisis y más del 81% considera que improvisa en la acción de gobierno. Al mismo tiempo, y refiriéndose al PP, la encuesta indica que más del 42% de sus votantes considera que su líder no está actuando correctamente frente a los casos de corrupción contra dirigentes de su partido. Un porcentaje que se eleva al 65% cuando se toma la opinión de los ciudadanos en general. No es nada nuevo lo que se destaca esta encuesta. En cualquier conversación, en cualquier ámbito, las interrogantes que se hacen, que nos hacemos unos a otros, tratan los mismos temas. Ocurre, incluso, cuando nos subimos en el ascensor. Se oyen frases como cuándo o cómo saldremos de la crisis. Y cada uno aporta la fecha que, normalmente, coincide con la última que se ha leído en los medios.

También se escucha y se pregunta por qué nuestro entorno está saliendo de la crisis y nosotros seguimos estancados o por qué se suben los impuestos. Son todas cuestiones que afectan al Gobierno de la nación. En cambio, ninguna de estas interrogantes, ninguna, hace referencia al PP. Nadie dice qué propone, qué ideas aporta para salir de la crisis, qué programa tiene el PP.

Cuando se habla de este partido, cuando vemos qué le preocupa, sólo se habla de lo mismo. De la corrupción de muchos de sus dirigentes, la forma de tratarlos, el respeto que constantemente les muestran o, su plena dedicación, a la investigación de posibles culpables en el PSOE (que los ha habido, que los hay y que los puede haber, como ocurre con los casos de Mercasevilla o Estepona). Busca el desgaste por esta vía, sin mirar la suya y niega de forma apodíctica, vamos sí o sí, la validez de todas y cada una de las medidas que adopta el Gobierno de la nación.

Es normal que, con esta realidad, Manuel Chaves, vicepresidente tercero del Gobierno de España, el pasado sábado en la interparlamentaria socialista hiciera hincapié en la necesidad de explicar la gestión de la crisis. Esta petición, que ha realizado ante los cargos electos del PSOE de Andalucía en las Cortes, Parlamento autonómico y Parlamento europeo, es algo más. Es una exigencia insoslayable si quiere hacer saber a los ciudadanos que la mayor presión fiscal, que es el mayor motivo de preocupación reciente, es necesaria para lograr una cierta solidez financiera, de la que en el momento actual no se dispone.

Sin duda hay que explicar que estos mayores recursos que se buscan por esta vía, pueden ayudar a hacer que haya menos desigualdad social y económica. De ahí el mayor esfuerzo que se exige a la sociedad. Es lo que define y debe definir a un partido de izquierdas. Algo que puede asomar, aunque sea de puntillas, en los presupuestos de la Junta cuando José Antonio Griñán indica que ha dado instrucciones para que suban "algo" Educación y mantener Sanidad, I+D+i y la aplicación de la Ley de Dependencia.

Y si esto se explica bien, es decir, si la Educación, que es una de las bases de la igualdad social, la sanidad, la investigación y las personas con dependencia siguen siendo preocupaciones prioritarias para el Gobierno andaluz, mucho me temo que Arenas va a seguir en el banquillo, no de los acusados sino político -aclaro, por aquello de las querellas a mansalva que anuncia-.

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Es lo que tiene el estar más preocupado de alcanzar el Gobierno que de los ciudadanos. Es lo que tiene el no estar preocupado más que de desdibujar la corrupción de dirigentes de su partido. Es lo que tiene llenarse la boca de frases de "alta traición", atribuidas a la Junta de Andalucía con motivo del pago de la deuda histórica, y de querellas al tiempo que no dice nada de Educación, investigación o dependencia. Sin duda, con políticos así, mucho desierto le queda al PP en Andalucía.

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