_
_
_
_
Entrevista:PHILIP KEEFER | Investigador del Banco Mundial | Economía global

"China poco va a cambiar en el FMI"

Hace exactamente una semana, los acuerdos de la reunión del G-20 en Pittsburgh (EE UU) acaparaban la atención de todo el mundo. Entre esos acuerdos figuraba la cesión de una parte del poder de voto en el Fondo Monetario Internacional (5%) y del Banco Mundial (3%) desde los países ricos a los países emergentes. Parecía que los países más poderosos, por fin, reconocían el peso y la importancia de estas economías en el nuevo escenario mundial. Lo que no parece es que eso vaya a provocar un cambio en las políticas que hasta ahora han mantenido los principales organismos internacionales, de las que por cierto muchos de estos países se han quejado en el pasado.

Ésa es, al menos, la tesis que defiende Philip Keefer, economista e investigador jefe del departamento de Desarrollo del Banco Mundial, de visita esta semana en Madrid. "Es sólo un reconocimiento a su nueva importancia, a su trayectoria exitosa [en la mejora de su economía] y por eso, estos países en desarrollo quieren estar en el consejo de los organismos internacionales. Pero eso no significa que vayan a hacer algo radicalmente diferente [en esos organismos] porque es un cambio que no tiene que ver con el ejercicio de poder", asegura.

"Sólo reducen la pobreza los países que realmente quieren hacerlo"

En su opinión, es puramente un "acuerdo político" que poco tiene que ver con la reforma de estos organismos. Ésa es, en su opinión, otra cuestión. Y lo explica. La pretendida utilidad de estos pactos se verá -o no- en un futuro cercano y tendrá relación con cuestiones muy concretas. "Por ejemplo, si Timothy Geithner [secretario del Tesoro de EE UU] propone una reforma global del sistema bancario y logra la cooperación de China, pongamos por caso, entonces sabremos que algo importante ha pasado en Pittsburgh".

Eso tampoco significa que la presencia reforzada de China u otros países emergentes, como Corea, Brasil o India, en los órganos de dirección de los organismos internacionales sea indiferente. "Sin duda, Pekín dará más énfasis a cuestiones como el dinero, las infraestructuras que al buen gobierno mundial o a cuestiones relacionadas con el desarrollo, eso le interesa poco". Y ésa es, precisamente, la especialidad de Keefer.

Pekín puede defenderse de esta crítica -sutil- defendiendo su propio camino en cuestiones de desarrollo, con acuerdos para asegurarse el suministro de materias primas que han propiciado cuantiosos ingresos a estos países en plena crisis. "No sé si esto es bueno o malo, aunque me da la impresión de que esos acuerdos están dirigidos únicamente a satisfacer las necesidades de China, no al desarrollo de los otros países. Sólo hay que ver el tipo de interés que cobra por sus préstamos, digamos que muy jugosos".

Keefer defiende la necesidad de reformar las instituciones internacionales porque, según su experiencia, "la voluntad de los países de aceptar los consejos que les dan los organismos internacionales depende del peso que ellos mismos tengan en las instituciones". Algo sólo aplicable a los países pobres porque ninguno de los países ricos, claramente ni EE UU ni los europeos, ha permitido nunca que el Fondo les enmendara la plana con sus políticas, incluidas las ahora tristemente famosas hipotecas subprime. Eso sí, si es un país pobre la situación cambia completamente: si estás en dificultades y necesitas ayuda financiera para evitar la quiebra, basta con condicionar ese apoyo al cumplimiento de determinadas políticas, les guste o no. De ahí el descontento -por decirlo suavemente- de muchos de estos países con el FMI y, en menor medida, el Banco Mundial.

"Eso sí puede cambiar para los países que ganen peso dentro de las direcciones de los organismos. Pero no va a cambiar nada para los países pobres y pequeños", dice resignado.

Keefer pasa la mayor parte de las horas en su despacho de Washington dedicadas a analizar por qué unas políticas llevan a un país a progresar y reducir su pobreza y las mismas medidas aplicadas por otro gobierno en otro lado del globo simplemente no funcionan. "Es el gran misterio de las ciencias sociales", admite. No hay medidas mágicas pero da alguna pista.

"La clave está en la voluntad política. No hay medidas que funcionen y otras no, desde ningún punto de vista ideológico. Hay países en los que funcionan las privatizaciones y a otros a los que les va mejor la propiedad pública de las grandes empresas. Pero sólo se logran avances si el Gobierno quiere realmente que los haya. No hay más".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_