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Reportaje:

O Courel no sabe dónde acaba

Una campaña de reforestación destapa la inexistencia de límites entre Galicia y la provincia de León en un tramo de seis kilómetros de largo

En la cantina de Ferramulín hay un póster de Turgalicia en el que se puede ver la curiosa estampa aérea que forma un meandro del Selmo. Fina, la propietaria del bar, señala orgullosa un punto de la montaña verdísima y redonda que hace la ribera por una banda del río: "Esta leira es mía". Nadie se lo discute, muchos vecinos de Ferramulín tienen parte en esa ladera, pero lo que ahora ya no está tan claro es si esa tierra que ha escogido la Xunta para promocionar Galicia en el exterior es realmente gallega.

Los miembros de la Comunidad de Montes de Ferramulín, en la parroquia de Hórreos, acaban de descubrir que O Courel más profundo (porque hay otro que lo es bastante menos) no sabe dónde acaba. O lo que es lo mismo, nadie sabe dónde empiezan, en realidad, los dominios de la Junta Vecinal de Villarrubín, Ayuntamiento de Oencia, provincia de León. Nadie, ni los alcaldes ni el pueblo, en ninguno de los dos municipios que allí se funden y se confunden, sabía hasta hace unos días que las lindes nunca llegaron a pintarse.

Todo salió a la luz después de que la mancomunidad de la parte leonesa, con subvención de la Junta de Castilla y León, encargase a una empresa de Camponaraya (León) la reforestación de su monte. Entonces, la firma Serfonor empezó a preparar el terreno y, según los de Ferramulín, invadió con sus máquinas lo que siempre había sido considerado, por gallegos y leoneses, propiedad de O Courel. Ahora, la Comunidad de Montes de Ferramulín han pedido al gobierno autónomo vecino que suspenda las ayudas porque los pinos pueden terminar plantados en Galicia.

A lo largo de "unos seis kilómetros", según los propios cálculos del vecindario, no existen mojones que marquen la raia. Si se consulta el catastro, aparecen dibujadas dos líneas imaginarias diferentes. Una marca el límite municipal y otra el provincial y autonómico, pero estas dos ni siquiera coinciden. Si fueran válidos estos planos, el municipio de Folgoso do Courel acabaría mucho antes que Galicia, y una parte del ayuntamiento leonés de Oencia tendría que depender de la Xunta. Son fronteras que se trazaron a voleo, sólo sobre el papel, a la espera de que algún día se levantase un acta de deslinde en firme, que lleva pendiente desde hace 83 años porque ya entonces leoneses y gallegos no lograron ponerse de acuerdo.

"Nos informamos bien, y ahora sabemos que lo que prevalece no son esas rayas confusas del catastro, aunque una de ellas, la provincial, casi coincide con lo que hasta ahora respetábamos los de ambas partes", explica José Antonio González, de Ferramulín. "Lo que vale es el acta de deslinde, y ésta dice que no hubo tal deslinde". El Instituto Geográfico y Catastral levantó el acta el 22 de noviembre de 1926, después de dar por caso imposible a los habitantes de aquella parte del mapa pobre e irada (que es como en courelao se le dice a lo empinado). El escrito, que fue refrendado por el organismo en el 72 y ahora ha vuelto a ser desempolvado en Madrid por petición de los vecinos, no se andaba con rodeos: "La línea de término entre los mojones quinto y sexto se deja sin describir por no haber habido conformidad en cuanto a la posesión de hecho ni a la de derecho entre las comisiones presentes".

Estos hitos de los que habla el acta son los de Chao dos Lobos (al norte) y Lastredo de Mazales (al sur), y entre ellos, en línea recta, cuesta arriba y cuesta abajo, se extienden esos seis kilómetros de los que hablan los vecinos. El alcalde de Folgoso, José López Fontal (PSdeG), reconoce que no tiene "ni idea" de cómo hay que proceder en estos casos: "Es la primera vez que me veo en una igual". Dice que va a "intentar" tener una reunión "en breve" con los vecinos de Villarrubín y que en el pleno municipal previsto para finales de mes "se decidirán los pasos que hay que seguir".

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Como la falta de fronteras afecta también a las provincias y a la Xunta y la Junta, todas las Administraciones tendrán que nombrar representantes para formar una comisión de deslinde que negocie por dónde se pinta la raia. "Supongo que habrá entendimiento pero...", comenta el regidor. Mientras tanto, existe una ancha franja que es tierra de nadie y en la que además de arboledas y descampados, están el río, a Cova da Vella, a Pena Gudiña y una carretera. La estrada une las dos provincias, y ahora no se sabe hasta dónde le toca a cada diputación conservarla. Ni tampoco qué comunidad autónoma se encargará de apagar los fuegos. En el profundísimo Courel ya se sabe que los problemas, si se resuelven, nunca es volando. El invierno pasado estuvieron cinco días sin luz, y entre el 26 de junio y el 20 de julio, sin teléfono.

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