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Crítica:La prueba | EL ESCAPARATE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El 'ladrillo' va bien en el Monopoly

Lluís Pellicer

A los antiguos reyes del ladrillo les queda el consuelo de amasar ahora un imperio virtual. Pueden comprar la mítica Quinta Avenida de Nueva York, el codiciado Oxford Street de Londres y el no menos apetitoso paseo de Gràcia de Barcelona. Los nuevos magnates inmobiliarios están en Monopoly City Streets, cuyo impulsor, el fabricante del juego de mesa Hasbro, define como "la partida más grande de todos los tiempos". Echar un Monopoly en la Red es entretenido, incluso casi más competitivo que en una mesa, pero sus creadores han tenido que afrontar bastantes problemas durante las dos semanas que lleva en marcha el juego.

El tablero de juego es el mundo. Para ello, los creadores se han valido de los mapas de Google Maps. El jugador recibe tres millones de dólares tras registrarse, con lo que ya puede comprar algunas calles y empezar a construir sus primeros inmuebles. Para empezar, lo más rentable es adquirir una avenida larga (¡en Colorado quedan!), que cueste alrededor de un millón de dólares, y levantar bloques de pisos en vez de casas. Sin embargo, el jugador no podrá comprar algunos edificios hasta que vaya subiendo de nivel e ingresando cada día lo que obtiene por los alquileres.

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MONOPOLY CITY STREETS:

El juego también reparte tarjetas de la suerte, que aparecen de vez en cuando. Las hay malas -con sanciones cuantiosas-, y buenas, como una recompensa por atrapar a un ladrón y la construcción de un equipamiento. La partida también permite boicotear calles de otros jugadores. Para ello, el jugador se vale de dos tarjetas: la de arrasar edificios y la de construir una cárcel o una fábrica, para que la calle del rival deje de dar alquileres.

Los creadores han tenido varios problemas. Los primeros días el juego era lento, lo que desesperó a muchos. Tampoco había control sobre los alias que se usaban, por lo que algunos lo perdían todo cuando alguien se registraba con su nombre. Y además, había quien tenía decenas de cuentas para sus trapicheos e ir boicoteando impunemente a sus rivales.

Todo eso obligó a Hasbro a iniciar de nuevo el juego y, más tarde, a realizar una parada de unas horas. Todo el mundo lo perdió todo. Y no sin quejas. ¿A quién le gusta ser el amo de la Castellana y al día siguiente tenerse que conformar con un callejón? Porque en el juego está casi todo copado y prácticamente no queda nada. Eso sí, los creadores pudieron identificar a los tramposos, mandarlos a la cárcel, embargar sus propiedades y volver a sacar a la venta unas 5.000 calles. El último problema tiene que ver con las burbujas que azotan este mercado. Algunas calles se encarecieron mucho y se dispararon los alquileres, y más de uno se convirtió en magnate de la noche a la mañana. Otra coincidencia.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Economía de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera. Ha sido corresponsal en Bruselas entre 2018 y 2021 y redactor de Economía en Barcelona, donde cubrió la crisis inmobiliaria de 2008. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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