Deschamps rearma al 'Moro'
Morientes vuelve al Bernabéu a los cinco años de eliminar a su ex equipo con el Mónaco
En mayo de 2006, Didier Deschamps pegó un portazo en las oficinas de la Juve. Se marchó dos jornadas antes de que se acabara la Liga (eso sí, después de que tuviese asegurado el primer puesto en la Serie B) tras una reunión con la dirección deportiva. Los responsables del club se negaron a fichar a los jugadores que el técnico les pedía, una vez salido del agujero negro de Segunda, para la temporada siguiente. En la lista de peticiones entraban Yayá Touré, Lampard y Luca Toni. Los mandamases del Juventus le dijeron que no. Imposible. Primero, porque algunos (caso de Lampard) no estaban en venta; segundo, porque no había dinero en las cajas para gastar en fichajes después de todo lo ocurrido con el Moggigate. Así que Deschamps, aclamado como un héroe por querer hacerse cargo del equipo en el infierno de Segunda, desapareció con nocturnidad.
Dos años después de aquel episodio, el francés confesó a sus amigos más cercanos que se había arrepentido. Conocido por su mentalidad zen para dirigir el centro del campo cuando era jugador, pero también por ser demasiado impulsivo a la hora de tomar decisiones como técnico, admitió el error. En vez de conformarse con entrenar a un grande como la Juve, le pudo el miedo. No quería defraudar con un equipo que no estuviese a la altura en su regreso a Primera. El pasado mayo, y después de esperar una llamada de la selección francesa que nunca llegó, se reunió con los dirigentes del Marsella, otro de los equipos, igual que la Juve, en el que militó como jugador. Le ofrecieron hacerse cargo del equipo, pero le comunicaron que no había demasiado dinero para fichar, que habían apostado por Lucho González y que ahí se acababan los grandes gastos. Deschamps, esa vez sí, se conformó.
Morientes, que estuvo a sus órdenes en el Monaco, corrió al rescate. Los que conocen bien al entrenador francés aseguran que entre el jugador español y él hay una gran amistad y que éste, una vez dejado el Valencia, decidió marcharse al Marsella sólo por Deschamps.
En Francia, precisamente, guardan una sola imagen de Morientes, la de 2004, cuando llegó a la final de la Liga de Campeones con el Mónaco, el único equipo francés que desde 1993 ha disputado una final. Ahora, cinco años después de aquello, pocos saben que el delantero español tiene ya 33 años. Pocos se lo preguntan o se han fijado en lo poco que ha jugado en las últimas temporadas en el Valencia. Se han quedado con el Morientes de entonces, con el ariete del Mónaco. Les vale con eso. Parece que a Deschamps también. Y, mientras los críticos -o los realistas- consideran al jugador como un suplente de lujo, el entrenador proyecta darle la titularidad.
Deschamps dice que Morientes tiene "garra, experiencia, pillería, capacidad de sufrimiento y fair play dentro y fuera del campo". Le defiende, además, por su virtud de hacer grupo en el vestuario. "Quizás no haya jugado mucho el año pasado en el Valencia, pero para mí es clave porque está acostumbrado a disputar partidos a nivel internacional", añade.
Deschamps sabe muy bien de lo que habla. En la primavera de 2004, cuando visitó el Bernabéu con el Mónaco en la ida de las semifinales de la Champions, Morientes fue titular y marcó el segundo gol del cuadro monegasco (4-2). Un tanto que, a la postre, resultaría fatal para el Madrid, que quedó eliminado en Montecarlo, donde el punta español volvió a golear (3-1). Aquella fue una venganza dulce para El Moro. El manchego lo vivió como una revancha después de que en 2003 Florentino Pérez iniciase su arremetida para venderle.
"Sigue siendo especial a pesar de que pasen los años", comentó ayer Morientes tras mostrar su respeto por Raúl, veterano resistente como él y amigo íntimo. "Lleva una vida en la élite del fútbol, pero cada año parece que tiene que seguir demostrando lo que vale. No es necesario por su carisma, personalidad y talento", explicó.
¿Alguna receta para ganarle a este Madrid?, le preguntaron. Y, cuando contestó con un "no", Deschamps, a su lado, dio un golpe en la mesa y exclamó: "¡Lástima!".
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