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57º Festival de San Sebastián

Un Zinemaldia vivido a pie de calle

San Sebastián despide a su festival, en el que se ha volcado intensamente pese al recorte de una jornada por la crisis

Diez minutos observando la entrada del Kursaal resultan más que suficientes para ver que el espectáculo del Zinemaldia, recién concluido, ha estado más allá de las sesiones de fotos, las ruedas de prensa, los pases de las películas de la Sección Oficial o las recepciones del estrellato cinematográfico en el Hotel Maria Cristina. La actriz Naomi Watts dio ayer el toque de glamour, pero los verdaderos protagonistas han sido, a lo largo de toda la semana, los ciudadanos que se colaban frente al panel del festival en el Kursaal para posar después de que los actores se retirasen y los que han tratado de mantener su rutina en una ciudad trastocada por completo, para bien o para mal, por el séptimo arte.

"Pablo Pineda se merecía ganar la Concha de Plata", apuntaba un joven

Ayer, quizás por el buen tiempo, los surfistas volvieron a pasar frente al Kursaal, y los ciclistas retomaron su rutina de censurar a golpe de timbrazo a los viandantes que invaden el estrecho bidegorri de la zona. Tampoco faltaba el extranjero de turno, que esta vez daba el toque circense con un monociclo.

El público, las personas que rodean y apoyan el festival suponen el factor imprescindible, tal y como recalcó Mikel Olaciregui, máximo responsable del Zinemaldia, a este periódico al principio del certamen. Los espectadores ven filmes, pero también leen las críticas y opinan sin reparos. Y ello a pesar de que, pocas horas después de que se conociese el palmarés oficial, de los comentarios en los aledaños del Kursaal se desprendía que quien hubiese ganado es lo de menos.

Así lo apuntaban Miguel y Ana, una pareja de treintañeros donostiarras que habían olvidado el Zinemaldia por un momento para centrarse en el simulacro de rescate que se realizaba en el río Urumea. "Pablo Pineda [galardonado con la Concha de Plata al mejor actor] se lo merecía", comentaba él. Algunos admitían que el largometraje El secreto de sus ojos, dirigido por Juan José Campanella y protagonizado por Ricardo Darín, debería de haber recibido uno de los premios, pero quitaban hierro a los galardones. La mayoría opinaba que lo importante son los nueve días de cine, vividos con intensidad pese al recorte en una jornada por la crisis.

Otros años ha habido más anécdotas por durar diez días, comentaban trabajadores de la organización. Aunque habrá que esperar unos días al balance oficial, Olaciregui ya adelanta que se han superado todas las expectativas [ver entrevista en la página 8 de este cuadernillo].

El Zinemaldia echó el cierre tras el último pase: a medianoche se proyectaba la película ganadora del premio del público,el largometraje Precious. A partir de entonces, la normalidad. La alfombra roja que ayer por la mañana reparaban por enésima vez se plegará hoy y la terraza del Kursaal, donde ayer mismo seguían las sesiones de fotos, vuelve a ser lugar de lectura y paseo para cientos de personas.

Al final, cualquier ciudadano es el verdadero protagonista del Zinemaldia, desde un matrimonio mayor donostiarra que no se pierde ni un pase de la Sección Oficial desde hace años hasta un nutrido grupo del Jurado Joven que arrastra ojeras por haberse entretenido más de la cuenta tras una de las sesiones golfas.

Más información en páginas 44 y 45

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