El síndrome Galápagos
En 2004 mi nuevo casio 3G japonés me costó apenas tres euros, mucho más barato que el Nokia 2G que acababa de dejarme en España. Tenía la pantalla mucho más grande y a todo color, podía navegar por Internet sin miedo a arruinarme, disponía de navegación GPS, cámara de 3 megapíxeles etc. Parecía un móvil traído del futuro.
Me chocó que mi nuevo móvil japonés no podía enviar y recibir SMS, pero resulta que todos los móviles en Japón utilizan e-mail por defecto como sistema para intercambio de mensajes desde 1997, algo que no se empezaría a ver en Europa hasta la llegada de las Blackberry. También me resultó extraño que estuviera fabricado por Casio, ¿un móvil de Casio? ¿porqué no vendía móviles Casio en el resto del mundo?
En 1999 nació E-Mode en Japón, la tecnología que le permitiría adelantarse al resto del mundo en telefonía móvil durante el siguiente lustro. E-mode daba acceso a Internet desde los móviles y a un precio tan barato que hoy ya lo usa el 60% de la población.
Vodafone intentó entrar en Japón pero fracasó, Nokia intentó entrar en Japón y también fracasó, sus móviles eran demasiado viejos para los estándares japoneses; Ericsson también lo intentó, pero Sony la tuvo que salvar; Motorola lo intentó con móviles populares como el Razor, pero tampoco le salieron bien las cosas.
Japón es un lugar extraño con un ecosistema móvil muy particular. Toda la industria relacionada con las comunicaciones móviles ha evolucionado durante muchos años sin apenas dejarse influenciar por el exterior, desarrollando sus propias redes de telecomunicaciones, sus propios estándares de comunicaciones y sus propios terminales móviles. Japón es algo así como las Islas Galápagos del móvil.
Fuera de Japón me suelen preguntar ¿Si son tan avanzados los móviles, por qué no salen de Japón a conquistar el mundo? Es una pregunta difícil de responder, de hecho es tan difícil de resolver que el gobierno japonés y las mayores empresas de la industria han formado un comité especial cuyo objetivo es resolver lo que han denominado como El Síndrome Galápagos.
Las dos causas principales de que Japón sufra El Síndrome Galápagos son el control extremo que tienen las operadoras de telefonía sobre los fabricantes de terminales móviles locales y que los teléfonos están diseñados desde el principio para ser utilizados exclusivamente en Japón, con teclados japoneses y funciones útiles sólo en Japón. No están pensados para ser comercializados por todo el mundo como Nokia o el iPhone.
E-mode intentó entrar en Europa de las manos de la japonesa NTT Docomo, pero no fue algo tan revolucionario como en Japón y, en mucho casos, se podría decir que fracasó, ¿llegó demasiado tarde? El e-mail a través del móvil, el push e-mail, también entró en Europa bastante más tarde, pero no fueron fabricantes japoneses los que trajeron la innovación, fueron fabricantes estadounidenses y finlandeses los que se encargaron de cambiar el mundo integrando el móvil en la red de redes.
El Walkman, la Playstation y la Wii supieron salir del ecosistema donde nacieron y se extendieron por todo el planeta. Los móviles japoneses se acomodaron en su ecosistema local y evolucionaron ajenos a influencias exteriores durante muchos años. Siempre consiguieron mitigar la entrada de especies no autóctonas, pero últimamente algo está cambiando.
La llegada del HTC3 y el iPhone capaces de adaptarse a cualquier entorno están irrumpiendo con fuerza en el ecosistema japonés. Parece que por fin algo está cambiando, veremos cómo reacciona la industria japonesa y el comité de El Síndrome Galápagos, ¿saldrán las especies endémicas japonesas a conquistar el mundo o permanecerán en Japón intentando devorar las especies no autóctonas como el HTC3 o el iPhone como hasta ahora?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.