El presidente y la princesa
El presidente es Valéry Giscard d'Estaing, que estuvo al frente de Francia entre 1974 y 1981, y la princesa, Lady Di. Pero esto es sólo, por el momento, una hipótesis. El ex mandatario va a publicar dentro de unos días su segunda novela, que lleva el mismo título que este texto, y a juzgar por el adelanto que apareció en Le Figaro, no parece haber abusado de la imaginación. "Una decena de días antes de mi boda, mi futuro marido vino a decirme que tenía una amante y que estaba decidido a continuar su relación con ella después de nuestro matrimonio". La confesión la hace en la novela Patricia, princesa de Cardiff, pero remeda las incómodas circunstancias con las que hubo de lidiar Diana de Gales después de casarse con el príncipe Carlos.
Sólo por haber escrito de la protagonista que era "bella, muy mediática y desgraciada en su matrimonio", el producto que
ha fabricado el ex presidente a sus 83 años adolece ya de toda ambición literaria. Está bien que quiera vender muchos libros, y que desee que se establezca la sospecha de que aquello ocurrió en verdad, pero podía haberse esforzado un poco más en
la adjetivación.
Bella, mediática y desgraciada" son términos con aroma de realismo sucio televisivo y no cuadran con el ambiente sofisticado donde viven su romántica aventura el presidente y la princesa: se conocen en el palacio de Buckingham durante una reunión del G-7 y luego se encuentran en el castillo de Rambouillet o en las lujosas estancias de los palacios de Soucy o Kensington.
Alguno de esos escenarios fue marco de la legendaria relación entre François Mitterrand y Anne Pingeot, pero aquélla fue una pasión que nunca necesitó de la ficción para resultar creíble. Simplemente ocurrió. Como ocurrieron también los líos de faldas de Jacques Chirac. De Giscard no trascendió nunca nada, quizá porque no hubo nada, y tal vez por eso ha escrito una novela en la que insinúa lo contrario. No se sabe si la historia gustará, pero los franceses igual se sonrojan con este folletín que en la dedicatoria habla de una "promesa cumplida". Y que termina así:
"Me ha pedido autorización para contar su historia', me dijo ella. 'Se la doy. Pero hágame una promesa...". Y cae el telón.
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