Silencio
Antes, las redacciones de los periódicos eran un guirigay muy entretenido. Había gritos, risas, lágrimas, discusiones: un ambiente ruidoso, industrial. Se hacían diarios bastante malos, pero amenos. Ahora es distinto. Las redacciones son graves y silenciosas. El silencio físico es atribuible a los ordenadores. Las causas del silencio mental se resumen en tres palabras: Bolsa, sinergias, multimedia. Podrían considerarse términos neutros; sin embargo, no lo son. Encadenan el crédito del periódico a la rentabilidad como criterio supremo, a las servidumbres internas del grupo empresarial y a las concesiones gubernamentales.
Como decía, en las redacciones de hoy parece que se fabriquen prospectos farmacéuticos. Y quizá eso sirva de algo en un futuro. Algún día se le ocurrirá a algún editor insertar en primera un recuadro con posología, contraindicaciones y advertencias.
Por ejemplo: "La empresa editora de este diario se siente perjudicada por el Gobierno y el Gobierno se va a enterar". O: "La empresa editora de este diario ha sido muy beneficiada por el Gobierno y Zapatero es más guapo que Brad Pitt". O: "La empresa editora de este diario está negociando un ERE con el Gobierno autonómico; disculpen la interrupción de cualquier crítica a dicho Gobierno". O: "La empresa editora de este diario está en manos de una caja de ahorros, pero la sección de Deportes sigue siendo buena". O: "La empresa editora de este periódico juega con varias barajas, así que Zapatero lo hace de pena pero estamos con él, y Rajoy nos parece lamentable pero si llega al Gobierno seremos todos más felices".
¿Cambiarían algo esas advertencias? No, no cambiarían nada. Ya sabemos todos de qué van las cosas y cada uno tiene su opinión. Ahí va la mía: no me gustan los periódicos que dan coba disfrazada de ideología, me gustan los periódicos que critican al que manda. Sean cuales sean las razones (sé tanto como cualquier lector), me gusta que EL PAÍS sea crítico con Zapatero. Primero, porque manda. Segundo, porque lo merece. Tercero, porque prefiero el periodismo rabioso, aunque esté encadenado a la Bolsa, las sinergias y las concesiones televisivas.
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