SOS se atrinchera en su 'oligopolio'
El grupo trata de impulsar sus marcas italianas para remontar las cuentas
En el Grupo SOS no hay espacio para el aburrimiento. Desde hace meses no ganan para sustos. En noviembre del pasado año todo parecía marchar viento en popa. El grupo llevaba años creciendo a base de compras. Líderes en los mercados del arroz y el aceite de oliva, acababan de decidir darle un respiro a su deuda, con algunas ventas como la de las galletas Cuétara. Sus acciones valían 12 euros. Y la calma se convirtió en tormenta. La destitución fulminante en abril de su presidente y consejero delegado, Jesús Salazar, por autoconcederse un sospechoso crédito de 212 millones de euros, supuso el pistoletazo de salida de un culebrón empresarial que, de momento, ha dejado una resaca de números rojos, una batalla entre cajas por el control del grupo y una sucesión de querellas y denuncias cruzadas. En medio de todo esto, el grupo, cuya acción vale ahora 3,60 euros y debe cerca de 600 millones de euros, quiere correr un tupido velo sobre el embolado e intentar remontar sus actividades. Las marcas italianas, que completan su particular oligopolio mundial, son ahora su esperanza.
El negocio italiano aporta casi 800 millones a las cuentas del grupo
Bajo el manto de SOS se comercializan principalmente cinco marcas: Carbonell y Koipe en España, y Bertolli, Carapelli y Sasso en Italia, desde donde además se exporta a medio mundo. Éste es precisamente el punto fuerte del negocio italiano, que factura cerca de 800 millones de euros: para la mayoría de los habitantes del planeta, aceite de oliva es sinónimo de aceite italiano. "El Grupo SOS compró Bertolli a Unilever [a finales del pasado año] precisamente porque tiene mucho potencial en EE UU, el mercado más importante del mundo en este momento por su potencial", resumió hace unos días Fabio Maccari, responsable de la corporación en Italia. Los estadounidenses quieren aceite de oliva con etiqueta italiana, así que SOS compró marcas italianas. Lo que probablemente no saben los consumidores del otro lado del océano es que, cuando abren una botella de Bertolli, abren un envase con dueños españoles y relleno en general de un producto a base de aceite de Italia, España, Grecia o incluso Túnez.
Según Maccari, el gigante estadounidense Unilever les vendió por cerca de 1.000 millones de euros su negocio aceitero "porque no sabían sacarle rendimiento". SOS, sin embargo, será capaz de impulsarlo, dice convencido, porque son "especialistas en rentabilizar márgenes muy pequeños". El objetivo del grupo ahora (además de salir del fango interno en el que están metidos) es el de recuperar espacio perdido. "Bertolli tenía el 30% del mercado estadounidense y perdió buena parte. Nosotros lo vamos a recuperar", asegura confiado el directivo italiano. Además, gracias a las sinergias (con la fabricación de las tres marcas al mismo tiempo) han calculado que se ahorrarán este año 5,1 millones de euros en costes.
La lucha por salir adelante continúa. Están pendientes desinversiones (la venta de marcas de salsa como Louit y la de las 5.400 hectáreas que se compraron con la idea ahora desechada de convertirse también en productores). La salida a Bolsa de la parte italiana no se contempla por el momento, tal y como está el mercado. Además, el grupo sigue dilatando el proceso de renegociación de su deuda y ha suspendido el pago de intereses a sus accionistas preferentes. Mientras, en un laboratorio de la fábrica que el grupo tiene cerca de Milán, ajeno a todo esto, Marcelo Scoccia, catador reputado en todo el mundo, saborea unas gotas de aceite. Busca la mezcla perfecta, a ver si convence a unos millones de consumidores más. -
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