Viaje a la cárcel de la vergüenza
Un reportaje de Cuatro se adentra en Guantánamo ocho años después del 11-S
Si el viernes pasado Cuatro viajó al epicentro de la guerra afgana para reflejar la realidad de un país al que España destina dinero y vidas desde hace ocho años en el especial Afganistán: españoles en la ratonera, esta noche (23.30) la cadena de Sogecable se vuelve a sumergir en otro importante foco de atención mediática: Guantánamo. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, el mundo asistió a una furibunda reacción por parte del gobierno de Estados Unidos contra el terrorismo islamista, que se tradujo en cientos de detenciones, sobre todo en Afganistán, de personas presuntamente vinculadas a Al Qaeda y al ejército talibán. Los prisioneros fueron internados en la cárcel de Guantánamo, en Cuba. Este lugar se convirtió en un limbo legal, donde podían ser retenidos sin pruebas, sin acceso a abogados, torturados e interrogados sin ninguna de las garantías que establecen las leyes internacionales.
"El 40% del material fue mutilado por la censura militar", explica Jon Sistiaga
Jon Sistiaga visitó la cárcel de la vergüenza y lo que allí vio ha quedado plasmado en Infierno Guantánamo, una muestra "indecente de que en una prisión de la primera democracia del mundo no existe el estado derecho", señala el reportero, que también se topó con la implacable censura militar. "Han mutilado el 40% del material grabado", dice. Por eso, en el trabajo se ofrecen testimonios de ex presos y sus abogados grabados en lugares como Londres, Madrid o Washington que sirven para contrastar "la versión amable" que se intenta dar.
"Los presos viven como reyes". El sargento carcelero Roberto suelta la frase y después una risa. Y se explica: "Tienen tres comidas al día, ahora pueden ver a sus abogados y hasta recibir cartas de la familia, tienen duchas, juegan al fútbol... Viven mejor que en cualquier prisión de los EE UU. Yo si fuera preso quisiera estar en Guantánamo". "Aquí se les trata de manera segura, humana, legal y transparente", insiste el almirante Thomas Copeman, al mando de la misión.
Sin embargo, a Sistiaga no se le permitió contactar con los presos, ni hacerles preguntas. "Ni siquiera sacar sus caras, ni los cerrojos de las celdas, ni las torres de vigilancia", subraya. Todo queda, como mucho, almacenado en la memoria. Como los gritos desesperados de los reclusos del Campo Cinco, el de máxima seguridad, donde están los más duros. "Cuando me vieron empezaron a vocear por los ventanucos: 'Son unos mentirosos, no creas a los guardianes. Son torturadores'. No se pudo filmar nada", recuerda. Sistiaga entra también en el conocido como Campo Rayos X, aquel infame lugar donde los presos llegaban vestidos con monos naranjas, y aislados con antifaces y orejeras. Ahora es un paraje abandonado lleno de ratas y serpientes.
Quedan apenas 200 presos de los 800 que llegó a acoger. El general Rafael O?Ferrall, al mando de los guardias, opina que los que quedan "algo hicieron", sin especificar el qué. Hace unas semanas, el presidente Barack Obama, dijo que Guantánamo se había convertido en un símbolo que recluta más terroristas de los que ayuda a detener. Infierno Guantánamo atraviesa las puertas de ese lado oscuro de la lucha global contra el terrorismo que se ha convertido, como dice el presidente, en un auténtico desastre que costará mucho arreglar. Sus planes pasan por cerrar el centro en 2010.
El reportaje también hace un recorrido por otros guantánamos que existen en "Afganistán, Siria o en la base de Diego García, en el Índico", enumera Sistiaga. El especial termina con las declaraciones de Elena Moreno, una española casada con un supuesto líder intelectual de Al Qaeda. Desde hace cuatro años no tiene noticias de él. "Ojalá mi marido estuviera en Guantánamo. Por lo menos podría escribirle, aunque las cartas fueran censuradas", se queja.
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