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Cosa de dos
Columna
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Silencio

Cualquier persona tiene derecho a callar. Eso incluye, evidentemente, a los políticos. De hecho, casi todos los políticos parecen más inteligentes cuando están callados: en eso no son distintos a nosotros.

Creo, sin embargo, que existen momentos en que no es aceptable el silencio de un político. Me refiero al primer momento y al último. Cuando uno se presenta como candidato a un cargo público, sea una concejalía de su pueblo o un escaño en el Congreso de los Diputados, explica por qué. No sólo explica: canta, ronronea, insiste, promete, grita, argumenta, ensalza e insulta. Ofrece un total compromiso con la causa, garantiza que no traicionará la confianza de sus votantes y, si es elegido, asegura que trabajará en bien de todos los ciudadanos, sea cual sea su orientación ideológica.

Todo el mundo da por supuesto que un político debe hablar cuando salta al ruedo.

Es curioso que, en cambio, se admita el silencio cuando el político se larga.

Ya sabemos que esto es una partitocracia, que las listas electorales son cerradas y no admiten discusión, que el aparato del partido hace y deshace y que los candidatos secundarios son lo de menos. No creo que el PSOE o el PP perdieran muchos votos si en una de sus listas incluyeran, a partir del tercer puesto, a la plantilla completa del Alcoyano (es un ejemplo). Quizá saldrían ganando, porque el porcentaje de imputados e imputables sería mucho menor.

Pero el candidato, por modesto que sea, pide personalmente el voto a sus conciudadanos, y pide su confianza para ocupar un puesto. La cosa resulta especialmente evidente si hablamos de un aspirante a diputado que será, además, ministro de Economía en caso de victoria. O sea, Pedro Solbes.

A nadie le parece extraño que se vaya, y todos suponemos las causas. En algún momento, en alguna entrevista, dará explicaciones. Lo suyo, sin embargo, sería darlas antes de renunciar. Solbes, y cualquier otro diputado o cargo público electo de los que optan por el abandono, debería hacer una declaración formal y pública sobre sus razones. Aunque fuera muy cínica. Es lo menos que se merecen quienes le votaron, y también quienes no lo hicieron.

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