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Columna
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Todos ganan

La coincidencia de intereses entre los constructores y el Ayuntamiento de Alicante es proverbial, como el lector conoce. En las hemerotecas encontraríamos abundantes ejemplos que avalan la afirmación; pero quizá baste una simple mirada sobre la ciudad para confirmarlo. ¿No suele decirse que una imagen vale más que mil palabras? El Plan General de Ordenación Urbana, que debería poner orden en este galimatías, lleva varios años redactándose, sin que al día de hoy sepamos cuando estará concluido: no es fácil confeccionar un traje a la medida de tantas pretensiones. En este panorama, el nombre del empresario Enrique Ortiz figura de una manera destacada; su habilidad para lograr que el Ayuntamiento acepte como propios sus puntos de vista es extraordinaria. Ortiz ha obrado el milagro de que sus necesidades acaben siendo las necesidades de la ciudad y una amplia mayoría de los alicantinos le respalda. De hecho, el constructor no ha necesitado esperar la aprobación del Plan General, y Rabassa ha arrancado al margen de cualquier ordenación.

La propuesta que el empresario acaba de formular para trasladar el estadio del Hércules a los terrenos de Rabassa, ha encontrado el apoyo inmediato y entusiasta de Sonia Castedo. Algunos han querido ver en ello un nuevo sometimiento de la alcaldía a los deseos del constructor. No descubriremos ahora que Castedo es una defensora permanente -si llega el caso, incluso vehemente- de los proyectos de Ortiz. Desde sus tiempos de concejala de Urbanismo, la alcaldesa ha sido la máxima valedora del plan Rabassa, que considera imprescindible para la ciudad. En el caso que nos ocupa, sin embargo, los juicios podrían resultar apresurados. Frente a la idea de que estamos ante una propuesta estrafalaria -como alguien ha dicho-, creo que nos las vemos con un plan cuidadosamente meditado y ejecutado a la perfección. Más que hablar de una subordinación de Castedo a los intereses de Ortiz, estaríamos ante una simbiosis provechosa para las dos partes.

En la construcción del nuevo estadio y la renuncia al centro comercial del Rico Pérez, no veo más que ventajas para ambos: Ortiz afianza sus pretensiones sobre Rabassa, se asegura la recalificación de unos terrenos valiosos y le allana el camino a Castedo para la instalación de Ikea. Los pequeños comerciantes que se oponían a la construcción de una gran superficie junto al Rico Pérez, se encuentran ahora sin argumentos. ¿O es que piensan oponerse a que la multinacional construya, como pretende, su centro comercial? Tendrán que aceptarlo si no quieren enemistarse con toda la ciudad. El resumen de esta historia es que Ortiz, gana; Ikea se instala, en las condiciones que pretendía, y Castedo se apunta un triunfo importante: llegado el momento, podrá alardear de haber traído dos mil puestos de trabajo a la ciudad. La insistencia en no derribar el viejo Rico Pérez da a la operación un toque de calculada sensibilidad de cara al aficionado. Con el estadio nuevo construido, ya veremos qué futuro aguarda al campo.

A la vista de la situación -perfecta carambola a tres bandas-, Roque Moreno ha dicho que los socialistas no tienen otro remedio que pedir a los máximos responsables del PP que atajen los desmanes de Castedo. No estoy seguro de que los responsables del PP atiendan la petición de Moreno. En cualquier caso, la conducta del portavoz no deja de ser una curiosa manera de ejercer la oposición municipal. No sé que opinarán los electores, llegado el momento, de ella.

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